Esta historia sucedió hace años, los estudiantes de alguna carrera relacionada con la medicina, durante su estancia en la facultad realizan prácticas con animales, desafortunadamente los perros callejeros eran los primeros candidatos al abundar en la ciudad, se les otorgaba una mejor calidad de vida a consta del aprendizaje de los futuros profesionistas.
El protagonista de esta historia, un perro de tres años de edad, con algún rasgo lejano de labrador, noble y fiel con un carácter tranquilo y amigable, se le realizó una esplenectomía (extirpación del bazo) como práctica de cirugía, los pacientes que utilizan para estos casos, se tienen que dar de alta en perfecto estado de salud, para que el maestro apruebe la asignatura relacionada.
Recuerdo cuando estudiante que realizábamos estas cirugías, al equipo que fallecía el paciente, reprobaba la materia de técnicas quirúrgicas, así que nos esmerábamos en el postoperatorio con la aplicación de medicamentos, curaciones y sobre todo una buena alimentación, realmente nuestro paciente la pasaba bien, pues jamás había recibido un trato tan esplendido, a tal grado que al darlos de alta, no querían abandonar la escuela después de haber servido como práctica, y no querían regresar a esa vida de "perro" en las calles sufriendo hambre y vejaciones.
Habrá quién no esté de acuerdo y lo respeto, con estás cirugías de práctica que se realizan en las escuelas, las cuales se hacen con todo el protocolo en un quirófano y bajo la supervisión del maestro, gracias a ello aprendimos a realizarlas, recuerdo que fueron muy frecuentes las cirugías al inicio de mi profesión en el viejo valle de Súchil, Durango.
Qué difícil era tomar la decisión de operar y poner en riesgo la vida de esos animales, que era el patrimonio de la familia, solo, sin la ayuda de mis compañeros y maestros como en la escuela. Se presentaban los casos en las distintas especies de animales domésticos, y diferentes cirugías; cesáreas, ruminotomías, castraciones, enucleaciones, hernias, tumores, todo lo que se pueda imaginar en los accidentes de animales del campo, siendo el único recurso para aliviar a sus animales, el veterinario de veintidós años de edad recién egresado de la escuela, en aquellos lugares alejados de la ciudad, jamás me hubiera atrevido a realizar estas cirugías de no ser por esas clases en la escuela.
Algo parecido sucedió con el perrito de esta historia, después de su convalecencia, los estudiantes le dieron de alta y regresó a su lugar de origen, la calle. Al no saber qué hacer, se fue atrás de una de las futuras doctoras que lo atendió durante su recuperación, siguiéndole hasta su casa, la mamá de ella se compadeció del perro y le dio de comer y de beber. Posteriormente lo tuve como paciente.
"Viejito", así lo llamaron por noble y tranquilo, pasaba por él para estética y aplicación de vacunas, cuando lo cargué por primera vez para introducirlo a la jaula transportadora, aún contaba con las suturas de la cirugía y el residuo azul del líquido de curación, se encontraba en un estado de desnutrición lamentable.
"Viejito" es uno de esos perros que todo veterinario nos gustaría tener de paciente, noble y tranquilo, hasta parecía que disfrutaba de las atenciones que le dábamos. Pasó el tiempo y no volví a saber de él, antes del año volví a recibir la llamada de la dueña, era tiempo de vacunarlo y de sus pastillas contra parásitos, no se parecía nada aquél perro que había conocido anteriormente, se encontraba en perfecto estado de salud, habían hecho un cambio total en él.
Aunque su dueña al principio quiso deshacerse de él, pues ya contaba con otra mascota, "Bella", una Hoskie Siberian que tenía pocos días de haber tenido a sus cachorros, así que decidió regalar a "Viejito" a un velador, pero al darse cuenta de la falta de cuidados hacia el perro, lo recogió nuevamente, después muy apenada me confesó que optó por lo que hacen algunas personas que ya no quieren a sus animales, se lo llevó en el automóvil a un lugar lejano y lo abandonó, pero cuál sería su sorpresa, que al día siguiente encontró al fiel guardián meneando el rabo de gusto al ver nuevamente a su querida ama, estaba en el mismo lugar de costumbre, a un lado de la puerta principal de su casa, sin guardar una ápice de rencor, como si todo hubiese sido un malentendido al dejarlo olvidado sin querer.
Desde entonces "Viejito" no se separa de su hogar, y tiene un lugar muy especial en la familia, pero sobre todo en el corazón de su dueña.
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