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Pequeñas especies

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La sonrisa de la fortuna

MVZ FRANCISCO NUÑEZ GONZÁLEZ

Eran las dos de la tarde, hora de cerrar la clínica para regresar a las cuatro después de comer, cuando llegó a consulta un pequeño perrito en brazos de sus dueños, se trataba de "Sebastián" un simpático chihuahueño de seis años de edad. Los dueños, un matrimonio de la tercera edad, de lo más cortés y amable, clientes de varios años que se trasladaban setenta kilómetros para llevar a su mascota al veterinario. Con ellos me sucedía algo extraño con sus mascotas, algún factor intercedía a mi favor para dar buenos resultados en la consulta, había atendido a varios de sus perros que no mostraban mejoría con otros colegas, y cuando les trataba respondían favorablemente, así que me gané de manera inmerecida su confianza. Aunque también ha sucedido lo contrario con otros pacientes que no responden al tratamiento, y piensan los dueños que soy el peor de los veterinarios.

En realidad pasaba algo común que nos ha sucedido a todos los veterinarios de pequeñas especies, en ocasiones los dueños de las mascotas se desesperan al no haber mejoría en sus animales, y consultan a otro colega, y luego a otro, hasta que el tercero o cuarto, es el que se lleva el mérito, después de que el organismo del paciente responde al medicamento de acuerdo a la evolución de la enfermedad, y no a causa del último colega que atendió a la mascota. La mayoría de los veterinarios desarrollamos una capacidad especial no solo para conocer la "personalidad" de nuestros pacientes, sino también a sus dueños por la forma de tratar a sus mascotas, y me di cuenta por la manera de dirigirse hacia un servidor de ese carismático matrimonio, que había adquirido una inmerecida fe para aliviar a sus perros.

A "Sebastián" lo llevaron a consulta por su extraño comportamiento y la forma rara de caminar, tenía varios días que no coordinaba sus movimientos al andar y difícilmente lograba sostenerse de pie durante determinado tiempo. Después de hacer una serie de preguntas, lo empecé auscultar, al retirar el estetoscopio alcancé oír al señor dirigiéndose a su esposa, "Te dije, desde un principio se lo hubiéramos traído aquí, él sí que los revisa, además, lo que nos dijeron de que tiene un hueso atorado no lo creo", le contestó ella, "Tampoco creo lo que nos comentó el otro doctor, que era moquillo, además está vacunad". Le practiqué algunos exámenes para detectar problemas de origen nervioso o por intoxicación, incluso revisé los oídos y descartar la pérdida de equilibrio por una otitis. Al dar el diagnóstico presuncional, notaba que se encontraban muy atentos y confiaban en mis palabras como si les estuviera dando la cura eterna para "Sebastián". Me inclinaba por un problema de origen nervioso y procedí a inyectar, desinflamatorios, analgésicos y vitaminas del complejo B, extendí una receta y les pedí que me llamaran al terminar el tratamiento o antes si surgía alguna duda. Comenté que tendría que ver al perrito en unos días, pues realmente desconocía el origen de la enfermedad, aun así la amable pareja de más de setenta años de edad, se despidió con una placentera sonrisa, convencida de que mis inyecciones mágicas salvarían la vida de "Sebastián".

Al ver el reloj, marcaba las tres de la tarde, y pensé, noté mal al pequeño chihuahua, realmente desconocía la causa de su enfermedad, tal vez soliciten otra opinión como lo han venido haciendo, solo espero que no sea nada grave que ponga en riesgo su vida, sentí que acababa de perder el prestigio que equivocadamente me tenían, aunque eso me tenía sin cuidado, lo que realmente importaba era la salud de mi paciente. Me sentí afortunado, a todo veterinario nos agrada contar con este tipo de clientes, gente comprensiva y respetuosa, con esa confianza al grado de conducir un buen tramo para llevar a consulta a su perro. Quienes nos dedicamos a la salud de las mascotas, en ocasiones llegamos a ser héroes para sus dueños, hasta nos obsequian bendiciones, sentimientos que agradecemos profundamente, claro cuando salvamos la vida de su mascota, pero cuando llega a fallecer el paciente en cirugía, o simplemente no lo aliviamos, entonces pasamos a ser los peores villanos, los seres más crueles sin sentimientos. "De la gloria al infierno".

Iban a dar las seis de la tarde cuando llegué a la clínica al regresar de una consulta, y me informa mi asistente, acaba de hablar el dueño de "Sebastián", sentí un raro escalofrío, y le dije de inmediato, le sucedió algo malo al perrito, me contestó, yo también pensé eso, y dijo.. "Quiero que le dé el siguiente recado al doctor, le hablo para agradecer todas las atenciones que ha tenido con nosotros, y por habernos recibido fuera del horario de trabajo, y para decirle que cuando llegamos a casa después de la consulta, "Sebastián" se bajó del automóvil corriendo como si no hubiera tenido problema alguno, "ya está curado", dígale que muchas gracias y que Dios lo bendiga". Solo me quedé pensando, no cabe duda, ¡Volvió a sonreírme la fortuna!

pequenas_especies@hotmail.com

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