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Un hueso atorado

M.V.Z FRANCISCO NÚÉZ GONZÁLEZ

Es común cuando nos llevan a un paciente con el síntoma del hueso atorado, es por lo regular un problema de inflamación en las vías respiratorias altas, el perro empieza con una tos intermitente y efectivamente actúa como si trajese algo atorado en la faringe, y continuamente pretende vomitar.

Hay una enfermedad de origen bacteriano en los perros que es común; Bordetella o Traqueobronquitis infecciosa, también llamada tos de las perreras. La mayoría de los veterinarios dedicados la incluimos en el calendario de vacunas. En los años que llevo en la práctica veterinaria, más del noventa por ciento de los pacientes que han llevado aparentemente por problemas del hueso atorado, han sido por infecciones respiratorias en vías superiores.

Hace años atendí a un labrador de cinco años de edad, llevaba dos días con tos, estornudos, lagrimeo, nauseas y constantemente tallaba sus patas delanteras en el hocico, como si tuviese algo que le molestara, ese último detalle fue el que me hizo ver una sintomatología diferente a una infección de vías respiratorias. Aunque en todos los casos siempre hacemos el protocolo de una anamnesis y revisión general de nuestros pacientes, aún y ya estemos encaminados a un diagnóstico presuncional.

La temperatura, respiración, frecuencia cardíaca normal, al momento de revisar la parte interna de la boca del paciente, se encontraba atorado un enorme hueso de lado a lado en la parte superior del paladar, haciendo cuña con los molares superiores de extremo a extremo.

Como todo labrador extremadamente noble, se dejo revisar perfectamente sin necesidad de un tranquilizante, cooperaba perfectamente, al principio quise extraer el hueso con la mano, pero se encontraba fuertemente adherido, parecía un tramo de costilla de res, pensé utilizar una pinza hemostática o un fórceps, pero era demasiado grande el hueso, así que tuve que recurrir a mis herramientas del automóvil y utilizar unas pinzas mecánicas, solo vi con asombro a los dueños de la mascota que sin decirme nada veían como introducía las pinzas previamente desinfectadas dentro de las fauces del labrador y tratar de sacar ese enorme hueso de su hocico, fue una decisión atinada pues de otra manera no podía realizarlo sin causarle daño a mi paciente, y lo más importante no hubo necesidad de aplicar anestésico alguno.

Otro paciente que realmente presentaba un hueso atorado fue "Panchito", un chihuahueño de once meses de edad y un kilogramo de peso. No me encontraba en el consultorio cuando me avisaron que tenía un paciente de urgencia con un hueso atorado, afortunadamente me encontraba muy cerca de la clínica, pensé que podría ser un problema respiratorio, con el clima frío y por la raza era muy probable, no tardé ni cinco minutos en llegar a la clínica.

Cuando vi a "Panchito" se encontraba desesperado por su respiración anormal, inmediatamente me doy cuenta por el semblante del paciente cuando sufren o tienen dolor. Al revisarlo noté inmediatamente su lengua cianótica, una coloración azul por falta de oxígenación, la impotencia de no poder respirar adecuadamente, ojos extremadamente abiertos reflejando una expresión desesperada.

Hice a un lado el protocolo de checar temperatura, frecuencia cardíaca, etc., inmediatamente revise el interior de la boca de mi paciente con la lámpara y no vi algún cuerpo extraño, introduje el dedo índice al interior del esófago y palpé una enorme masa sólida cinco veces más grande que el diámetro de la luz del esófago, intenté extraerlo con el dedo pero fue inútil debido a lo grande del cuerpo extraño y a lo profundo que estaba herméticamente atorado, al palpar externamente a través de su cuello, tenía una dimensión de cuatro centímetros de diámetro aproximadamente; al cerrar su boca me encajaba sus molares como alfileres en mi dedo índice provocándome un dolor intenso, cada vez veía la lengua mas azul por la falta de oxígeno, urgía la extracción o moriría de asfixia.

Los propietarios de "Panchito", un señor de edad avanzada y su hija la dueña, solo observaban detenidamente mis movimientos, descarté la cirugía de momento, y saque las charolas de instrumental de la estufa de esterilización, buscaba el instrumental adecuado para extraer el cuerpo extraño, mis movimientos eran rápidos, estaba contra el tiempo. Hice el intento de extraerlo con unas pinzas hemostáticas, pero fue inútil debido a lo grande del cuerpo, probé con unas pinzas dientes de ratón, demasiado pequeñas, además el paciente no cooperaba por sus constantes movimientos y desesperación; dudé por un momento anestesiarlo, podía provocar vómito y broncoaspiración, pero lo hice, tenía que actuar de prisa antes de que se presentara el vómito.

Ya dormido mi paciente, introduje a la pequeña boca un enorme fórceps, presentó un ligero sangrado al trabajar completamente a ciegas, pues el cuerpo extraño se encontraba profundo en el esófago, algunos colegas se preguntarán porque no utilizaba un endoscopio, por la sencilla razón de que carecía de ese costoso aparato. Después de unos segundos, que para mi fueron horas, logré asir el cuerpo extraño, procedí a extraerlo aplicando una pequeña fuerza, no logré moverlo un centímetro; dudé si el fórceps estaba colocado correctamente, no tenía tiempo de volver a colocarlo pues había batallado en la fijación, y solo imaginé la anatomía del pequeño esófago del chihuahua, pensé, no podía estar en otro lugar más que el indicado, aplicando mayor fuerza, fue cuando logré extraer la gran porción de hueso de cerdo, de inmediato la respiración se normalizó y la lengua volvió a su coloración.

Los dueños de "Panchito" estaban asombrados del tamaño del hueso, estoy seguro que no hubieran dado crédito si no hubieran estado presentes, tanto fue su asombro que la dueña lo guardó para enseñarlo en casa, y no volver administrarle huesos como alimento. Antes de darlo de alta apliqué algunos medicamentos para la inflamación, dolor e infección, al pequeño glotón de mi tocayo.

pequenas_especies@hotmail.com

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