FOTO: Ramón Sotomayor/ El Siglo de Torreón
Son piezas de papel que se convierten en la memoria cotidiana del ser humano. Al contrario de otras obras artísticas, el cartel, al solicitarse por un cliente, está obligado a aproximarse a la objetividad. Sin renunciar a la creatividad, su discurso danza con datos puntuales, brinda comunicación, comparte un evento y un mensaje.
“Ese documento que queda impreso se convierte en una memoria de ese día, de ese evento, de ese acontecimiento. Y así los hay con relación a la guerra, a las denuncias, al medio ambiente y a la violencia contra las mujeres”.
Xavier Bermúdez es el director de la Bienal Internacional del Cartel en México y visitó Torreón para inaugurar la décima séptima edición de esta relevante exposición en el Museo Arocena. Se trata de un proyecto cuya primera convocatoria se publicó en 1989, para posteriormente exhibirse un año después. En la actualidad, mantiene su sede principal en el Museo Franz Mayer, en Ciudad de México.
“Ahorita estamos en un proyecto para convertir parte de nuestro archivo para el programa Memoria del Mundo de la UNESCO. Para eso es el cartel. Sí, cumple una función efímera y momentánea de anunciarnos algo, etcétera, pero después queda como memoria; es el testigo de que eso sucedió”.
¿Qué productos existían en el pasado? ¿Qué acontecimientos sociales y políticos sacudían a en tal época a un lugar determinado? Toda esa información se ha resguardado en los carteles, como si se tratara de testigos sobrevivientes al paso del tiempo, piezas fundamentales para entender lo cotidiano.
Inicios
Cuando el proyecto de la Bienal Internacional del Cartel en México inició, a finales de los años ochenta, el formato del cartel ya ostentaba una larga tradición en el país. Xavier Bermúdez considera que su detonación se dio desde los años treinta, con la liga de los artistas revolucionarios y después con la Época de Oro del cine mexicano, coincidiendo con la llegada de ciertos personajes españoles que se refugiaron en México ante la Guerra Civil española.
“Grandes como Vicente Rojo, como Miguel Prieto y el mismo Josep Renau, que traen al cartelismo mexicano otra mirada y otras técnicas que enriquecieron mucho. Allí empieza un desarrollo mucho más consciente de la importancia que tiene el cartel y su calidad estética”.
Pero para finales de los años ochenta, México ya tenía la experiencia de los juegos olímpicos de 1968. Fue un momento importante donde el maestro Eduardo Terrazas tejió vínculos entre la tradición artesanal mexicana y sus raíces culturales con la modernidad.
“Para finales de los ochenta no sólo teníamos una gran tecnología, una gran calidad de producción. Por ejemplo, habíamos tenido la experiencia de la imprenta Madero y de todas estas instituciones que utilizaban al cartel de una manera muy importante: Bellas Artes, la UNAM, la UAM”.
Se veía al cartel como un medio democrático de comunicación. “Ahí es cuando decidimos que México estaba en un momento importante como para lanzar una convocatoria, pues se tenía la tradición y la calidad suficiente como para competir con cualquier bienal del mundo”.


Evolución
A lo largo de sus 17 ediciones y casi 35 años de existencia, la Bienal Internacional del Cartel en México ha presentado diversos acentos en su evolución. Uno de ellos radica en que los grandes creadores del cartel del siglo XX prácticamente han desaparecido.
“La gran evolución de la bienal es precisamente haber entendido esa transición entre un cartel hecho exclusivamente con las manos, a un cartel que hoy es totalmente híbrido. Sí, seguimos trabajando el dibujo, pero ahora lo hacemos en tabletas digitales; sigue siendo manual, es un trabajo de conexión del cerebro con la mano”.
Las herramientas han cambiado, el objetivo es el mismo. Las tabletas pueden dar otras posibilidades a los diseñadores en términos de expresión, esto ocasiona que los lenguajes se modifiquen. Las nuevas generaciones realizan sus propios periplos entre los vectores.
“Los jóvenes traen otros lenguajes, otras preocupaciones, otras temáticas y otras visiones. Quieras o no, las bienales se van transformando por la obra y la opinión de cada uno de los autores que participan. No porque uno los provoque, nosotros provocamos temáticas, pero la opinión en esas temáticas son de quienes participan. El cartel antes circulaba exclusivamente en muros de ciudades, era un arte callejero, ahora las avenidas y las calles se han convertido en redes sociales”.

Edición 2023
La XVII Bienal Internacional del Cartel en México llegó a Torreón el pasado 10 de agosto y permanecerá en el Museo Arocena hasta finales de enero de 2024. En esta ocasión se conforma por más de 400 carteles, realizados por artistas de 80 países, que conversan a través de seis categorías: Cartel Cultural, Carteles por la restauración del planeta, Carteles por el derecho de migrar, Carteles por un mejor futuro sin corrupción, La competencia en la economía digital y Carteles por la diversidad en un solo mundo.
“En cuanto a las temáticas, pensamos que es una oportunidad por estos foros donde muestras la creatividad y las propuestas de creadores, que esas propuestas tengan más sentidos si son socialmente necesarias. Por ejemplo, el tema de la migración que acabamos de tocar en esta bienal, provoco la participación de miles de jóvenes y eso nos interesa mucho porque es ponerlos a reflexionar sobre una temática que están viviendo en su propio país. México es uno de los ejemplos más terribles de lo que es una migración”.
Pero además, la bienal tiene una gran proyección internacional, lo que ocasiona que distintas realidades del mundo puedan convivir en una sala de exhibición.
“Provocar que la gente reflexione sobre temáticas socialmente necesarias, le da un valor distinto a las bienales. No es solo es ver la parte estética, sino también la parte del contenido que puede provocar un medio de comunicación como el cartel”.