Higinio reconoció en sus compañeros la valía profesional, en todo momento. Sin atisbo mezquino compartió sus saberes y habilidades reporteriles con la humildad de quien no se asume como periodista, aunque lo fuese 24 horas al día los siete días de la semana, incluyendo vacaciones y días santos. En esta columna recuerda pasajes de suma valía y reseña con sencillez uno de los libros de su amigo Jesús "Chuy" Moreno. Chuy, por cierto, durante el periodo de jubilación, lo mantenía al tanto de lo que ocurría en el mundo periodístico local a través de llamadas matutinas: de despidos y contrataciones, de novedades y decesos; seguramente la mañana de su partida también le llamó para actualizarle los acontecimientos (HAEN).
SI EL PERIODISMO ES MAGIA…
Por Higinio Esparza Ramírez
Si el periodismo es magia, sus practicantes, -mujeres y hombres, son magos, magos febriles que ponen en juego capacidades, empuje y voluntad para ejercer uno de los oficios más apasionantes de la existencia humana; el más comprometido con la sociedad, el que endereza rumbos y e ilustra a diario el acontecer cotidiano, un acontecer que exige honestidad, imparcialidad y una observancia fiel y puntual.
Esa tarea la cumplen a diario, con esfuerzo y dedicación, los reporteros y reporteras, los empíricos y los universitarios, los de antes y los de ahora, es decir, los que se forjaron sobre la marcha y los que se graduaron en las aulas estos últimos ganando experiencias, todos tocados por un mismo espíritu: la liberación del pensamiento y el servicio a la sociedad. Lamentablemente, los primeros, los de la prensa escrita, se encuentran en camino a la extinción, como bien lo dijera el inolvidable Pedro Belmonte Rivas, nuestro Bienvenido Granda Lagunero.
"Evocando a mis compañeros reporteros", un trabajo literario de Jesús Máximo Mejía, constituye un merecido homenaje a los trabajadores del papel y la tinta sobre todo, y a los que se manejan utilizando las nuevas tecnologías todos ellos dadores de la información que necesita el público y mantiene vivo el recuerdo de aquellos que sacrificaron tiempo, salud y vida, pérdidas que conmueven pero cuya labor dejó huella que ahora toma forma en el texto del comunicador lagunero ahora independiente.
Gran parte del libro está dedicada a sus compañeros que laboraron en el mismo centro de trabajo, pero no olvida a los camaradas de los diarios de la competencia, lo cual significa un valor agregado a la obra. Las anécdotas le dan amenidad al escrito, producto de una investigación de varios años, personal y telefónica, para confirmar identidades y tareas. Tropezó con obstáculos de ausencias y omisiones, de negativas, pero queda claro que el único deseo de Jesús es el de legarnos un testimonio de quienes fuimos y quienes somos, los reporteros y reporteras, naturalmente.
El libro surge como una galería de comunicadores de los dos sexos, su tránsito y permanencia en los medios y sus incursiones al extranjero y en el interior del país donde se mantienen gracias a las aptitudes adquiridas a su paso por los periódicos locales, y es testimonio de un gremio que a veces, e injustamente, es vilipendiado precisamente por los mal informados.
"Evocando…" no se introduce a esas profundidades, sólo divulga y le rinde justicia a un gremio que forma parte importante del quehacer humano.
No todo es fácil en el desempeño de las tareas reporteriles, hay desapego involuntario con la familia, caemos en un mundo de tentaciones, pero el amor a la carrera nos endereza y nos guía, sobre todo el orgullo de participar en una carrera que enaltece y proporciona grandes satisfacciones.
Ha habido caídos en el camino, generalmente por la edad, el agotamiento y las enfermedades y nada quedaría en el baúl de los recuerdos si no fuera por este libro. Por cierto, esta colaboración me da la oportunidad de recordar la muerte del compañero Félix Jaramillo, reportero del diario La Opinión a cargo de las fuentes policiacas. Un día de intensa lluvia acudió presuroso al crucero de la avenida Matamoros y calle Valdez Carrillo, donde cayeron postes de la energía eléctrica, provocando su contacto con el agua cortos circuitos y llamas. Una niña quedó atrapada en el círculo chisporroteante y en acto de heroísmo Félix tendió unos tablones sobre el agua y caminó trastabillante para tenderle su mano salvadora a la menor. En ese momento, murió electrocutado.
Alfredo Rivera Martínez, reportero policiaco, se vio envuelto en ese tipo de accidentes, pero corrió con mejor suerte. Entre sus muchas habilidades, figuró la larga crónica sobre la explosión de Guayuleras. Con sólo dos dedos -el izquierdo y el derecho- escribió en el teclado de su Smith Corona más de quince cuartillas describiendo con lujo de detalles el terrible accidente. También nos dejó historia, con sus contrastes como sucede en la mayoría de los casos.
Alejandro Saborit Irigoyen cubrió igualmente páginas memorables: un reportaje in situ de una intervención quirúrgica del corazón, describiendo paso a paso el delicado trabajo de los cirujanos cubierto por una bata y una mascarilla antisépticas.
Javier Adame Gómez, del diario Noticias de El Sol de la Laguna, en sus inicios de reportero de campo, derribó barreras cómplices de rechazo y egoísmo de los competidores, una batalla solitaria que finalmente lo llevó a ocupar la jefatura de información de Noticias de El Sol de la Laguna.
Seríamos injustos si no mencionáramos a los compañeros fotógrafos y más recientemente a las fotógrafas activistas, quienes a su vez se desenvuelven como valiosos auxiliares del reportero y a veces lo suplen con la ventaja de que ellas sí ilustran la noticia.
Jesús Máximo Moreno Mejía, del mismo modo es autor de un libro sobre el origen de los nombres de las calles y avenidas de la ciudad de Torreón, una obra de consulta general propia para escuelas y bibliotecas porque recupera y actualiza historias urbanas.