El marcapasos se incorporó a la cotidianidad de Higinio de tal manera que le dedicó escritos y días. Con anticipación anunciaba la visita al hospital para revisar la funcionalidad del aparato que reguló los latidos de su corazón; aquel momento ocurría en octubre, el mes de la luna. En esta crónica, como en otras, narra la buena disposición que encontró en doctores y enfermeras del nosocomio público. Cada encuentro con los médicos comenzaba con una broma, con un comentario que de inmediato rompía el hielo y derivaba en charlas que prolongaban la consulta, hasta que otro paciente tocaba la puerta solicitando atención. Sin embargo, este octubre y su luna, se quedaron esperando la consulta de Higinio (HAEN).
LUNA DE OCTUBRE
-Vamos a darle, pues... le dice el médico especialista a su joven asistente y camina resuelto hacia el consultorio donde valorará las condiciones de los marcapasos implantados a hombres y mujeres con problemas de ritmo cardiaco. Han transcurrido apenas unos minutos después de las ocho de la mañana del 9 de octubre de 2020 en el tercer piso de la torre de especialidades número 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social en la ciudad de Torreón: poco más doce pacientes esperan, tranquilos y esperanzados, sentados en las butacas o en silla de ruedas, el momento de la verificación del aparato electrónico por parte del doctor Carlos Fernández, auxiliado por una diligente asistente técnica que del mismo modo inyecta optimismo y confianza en la gran sala de cardiología.
La edad de los dolientes va de los 70 a los 89 años, y sus carpetas han sido convenientemente ordenadas por la recepcionista a fin de agilizar los trámites y lo hace no sólo desde su escritorio, sino que sale y recorre las filas para ubicar turnos y personas de acuerdo con un listado. Y lo hace con eficiencia, pues nadie se adelanta ni le dice al otro "quítate que ahí te voy".
Destaca la gran disposición de la gente que acude al tercer piso para agilizar la consulta anual, e igualmente sobresale la preparación profesional de las enfermeras, médicos y asistentes que cumplen a cabalidad con las normas que exige un tratamiento médico enfocado a prolongar y mejorar la calidad de vida, disminuyendo los riesgos de un muerte repentina.
Ni las asistentes ni los médicos se exasperan ante las torpezas involuntarias del paciente viejo que olvida su nombre y el lugar que le corresponde en la fila de espera: por el contrario, son amigables y confiables, verifican que todos estén enterados del turno que les toca para que entren uno a uno al consultorio de la verdad.
Y sí, de veras, en el examen de valoración lo toman a uno en cuenta pues nos previenen sobre las alteraciones cardíacas provocadas por una aceleración inducida, necesaria para determinar condiciones y tiempo de vida de la máquina electrónica de función bicameral implantada en la parte superior del tórax. El corazón sonríe y vuelve a su ritmo normal como si nada hubiera ocurrido.
La excelente atención del personal del IMSS, comienza, en mi caso, desde la clínica 51 de Gómez Palacio y sus departamentos de validación y sellado de vigencias y continúa en la 71 de Torreón. Los resultados, favorables desde luego, reavivan los ánimos de los encapsulados y se dan muy a tiempo como para ponerse a desayunar, de salida, en los restaurantes del rumbo, o en la propia casa: licuado de papaya, torta de huevo y café humeante de Córdoba, Veracruz. Nada de gordas en la calle.
El marcapasos sincroniza la aurícula y el ventrículo cuando hay problemas de comunicación arterial: adecúa la frecuencia de los latidos a la actividad corporal del portador y ayuda a neutralizar los problemas de ritmo: su batería de litio genera impulsos eléctricos y ralentiza la actividad del corazón, Inventado por científicos australianos, estadunidenses y colombianos, es seguro, fiable y hace de la medicina crónica una práctica totalmente superficial. Tiene una vida de entre 5 y 12 años y puede cambiarse con facilidad debido a la estandarización de sus electrodos.
Las baterías de litio permiten una mayor duración, confianza y predictibilidad de funcionamiento, consta también de un oscilador que se encarga de que el estímulo entregado dure un tiempo breve y a una frecuencia propia del corazón. La estimulación cardíaca -prosigue el informe técnico ampliamente detallado en internet- alarga la vida y mejora su calidad con un ritmo correcto de 60-70 impulsos.
La luna de octubre forjó en mi ánimo asombro, belleza y una progresión de vida física y espiritual. El marcapasos contribuye en gran medida a alcanzar esas necesidades a quienes duermen y despiertan con él y esto ocurre, también, cada mes de octubre.
En el tercer piso de la clínica 71, han surgido amistades entre gente de distinta procedencia, unidas por tal aparato: algunos son jóvenes y uno de ellos, muestra como llavero, un marcapasos de desecho del tamaño de una moneda de chocolate como las que saborea con delectación mi bisnieta Andrea.
Hay sus bemoles, como en todas las cosas de la vida: pacientes que llegan de lejos y duermen en las butacas para reportarse con tiempo en el área de recepción y concluyen la jornada con nuevas luces en sus ojos y un corazón ordenado que les otorgará más permanencia en esta existencia terrena. La amistad se fortalece con un intercambio de correos electrónicos para platicar sobre sus experiencias y crear un jardín de vida. Año con año se dan estas confidencias pero luego languidecen por la distancia física y el confinamiento que ya se convirtió en un hábito virulento. El IMSS, por fortuna, se mantiene activo y nos une, tapabocas y gel antibacteriano de por medio. Volveré -eso espero- en octubre del 2021 para la siguiente valoración anual. "De las lunas, la de octubre es más hermosa...", dice la canción.
