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A la ciudadania

Romper el cristal de la alienación

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En el discurso público se reconoce que a nivel mundial estamos acabando con el planeta, el nivel de intervención humana en los sistemas naturales es tal que ya prácticamente no hay alguno que mantenga su condición original, y aquellos que aún conservan un estado cercano a esa originalidad están bajo constantes amenazas. Tal parece que no estamos siendo capaces de contener la presión que se ejerce sobre la naturaleza, la ambición o la ignorancia nos está ganando porque somos sociedades alienadas frente a este desorden.

A escala global no parece que podamos resolver los grandes desequilibrios que hemos provocado, particularmente aquellos que surgen con el advenimiento del capitalismo y la industrialización basada en la expoliación de los recursos naturales, prueba de ello son los resultados de las reuniones de la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP), en las que participan 196 países, prácticamente no se han podido cumplir los objetivos acordados en la COP21 celebrada en 2015 en París, o los propios Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) fijados a inicios de este siglo, la evaluación para el corte de 2030 indica la imposibilidad de cumplirlos. Aún predominan los intereses de las grandes corporaciones financieras y empresariales sobre los de la propia humanidad.

De hecho, son pocos los países que pueden afirmar estar cumpliendo con algunas de las directrices que establece Naciones Unidas para avanzar hacia un desarrollo sostenible, la mayor parte ha priorizado el crecimiento económico cortoplacista sobre el desarrollo sostenible a largo plazo. México no es, por mucho, la excepción, navega a contracorriente de la sostenibilidad, su política en materia energética e hídrica son un claro ejemplo de lo anterior al que se debe agregar la posibilidad de permitir el fracking "regulado", una definición política del gobierno federal que contradice aquel compromiso de campaña presidencial de prohibirlo; en general, en nuestro país no se ha definido una agenda clara para el desarrollo sostenible, como también se observa en la reducción presupuestaria en materia ambiental.

Ciertamente, revertir el desorden que hereda el neoliberalismo hecho gobierno durante más de tres décadas es un objetivo imposible de cumplir en un sexenio, pero debemos reconocer que gran parte de las políticas neoliberales contrarias al desarrollo sostenible continúan. Es un mérito de este gobierno atender la agenda de desigualdad social, pero esta no se va revertir solo transfiriendo recursos públicos para atención de la población vulnerable, ese ejercito de pobres que emergieron durante el capitalismo en esta fase neoliberal, se requiere una política social más osada y avanzada, particularmente en algunas áreas como educación, salud, desarrollo rural y urbano, y una política ambiental que contenga la expoliación de la naturaleza. No se puede pensar en revertir la pobreza en un país con ecosistemas devastados.

No es fatalismo subjetivo lo que soporta estos juicios, son datos duros que proveen la evidencia de la situación que vivimos. ¿Qué tenemos que hacer los ciudadanos comunes ante estos hechos? Son pocos los gobiernos del orbe o los niveles de gobierno en México que se preocupan por diseñar e implementar políticas que promuevan el desarrollo sostenible, simplemente las prioridades que se fijan son otras, en el mayor de los casos responden a los intereses políticos o económicos de los grupos que ascienden al poder público, de ahí que gran parte de esas políticas llamadas públicas no sean ciudadanas, no respondan al interés colectivo de los ciudadanos, convirtiéndolos en gobiernos omisos frente a los grandes problemas que surgen en las sociedades actuales.

Si la esperanza en los gobiernos es limitada por esta omisión, lo que a nosotros, los ciudadanos comunes, nos queda es darnos cuenta del enorme poder que tenemos, y que si queremos cambiar las cosas más allá la visión cortoplacista de los empresarios y los políticos, es darnos cuenta que ese poder lo podemos hacer valer a través del ejercicio de la ciudadanía, de participar en los asuntos públicos como lo hacemos en los asuntos domésticos, porque no hay separación tajante entre ellos sino una relación estrecha, nuestra vida doméstica, privada, como sociedad civil, está estrechamente vinculada a la vida pública, a la sociedad política.

El gran problema que nos detiene es la alienación. Las élites económicas y políticas construyen un discurso público que nos hace creer que las cosas como están, así están bien, aunque los beneficios de la riqueza y el poder solo ellos los aprovechen, es un discurso que falsifica la democracia a la cual moldean para que las cosas sigan como están; esa creencia, falsa por sí misma pero que aceptamos todos los días, es el cristal que nos aliena, que nos mantiene ajenos a la realidad en que vivimos para que no nos demos cuenta del poder que tenemos como ciudadanos. La democracia será cada vez más plena y no un concepto vacío o ambiguo si ejercemos nuestra ciudadanía, pero para ello tenemos que hacer lo que expreso la ministra recién electa como presidenta de la Suprema Corte de Justica al ser una mujer la que rompe la tradición masculina al frente de este poder de la Unión, romper el cristal que falsifica la realidad. Esto empieza por estar informados.

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