Lou imparte cursos psicoeducativos en la asociación civil 'Camino a la Salud Mental Laguna' .
Cuando la vieron entrar en un círculo de autolesiones, dejar de comer al grado de estar casi en "los huesitos", hacer compras de forma compulsiva y tener alucinaciones religiosas, sus tres hermanos se dieron cuenta de que "Lou" no estaba bien del todo.
A sus 30 años, la depresión estaba acabando con ella, tenía ideaciones suicidas, episodios maníacos en los que creía que podía volar y siempre veía a un hombre con cara y ojos rojos y cabello blanco. Cuando llegaba la noche, quería dormir con la biblia y un cirio pascual a su lado porque sentía que eso le daba tranquilidad. Hoy tiene 40 años de edad y está diagnosticada con trastorno afectivo bipolar tipo II y trastornos de ansiedad social y agorafobia.
Pero la batalla encarnizada contra estas enfermedades mentales inició cuando tenía 13 años, aunque por mucho tiempo pasó desapercibida en su familia. Era algo banal, quizá porque era una estudiante de excelencia, con promedio de 9.9.
"Es irónico porque yo vengo de papás que se desarrollaron en el área de la salud, mi papá es médico general y mi mamá era enfermera, pero para ellos pasó desapercibido, tenía notas en la escuela tan buenas que ellos no percibían que algo me pasaba", dice Lou.
En segundo grado de secundaria se empezó a aislar, bajó mucho de peso y estaba tan deprimida que a veces no presentaba sus exámenes finales; en ese tiempo su familia lo relacionó con un trastorno de la alimentación. En el último año de prepa, Lou ya no asistía a las clases con regularidad por el miedo a salir, estar en el transporte y lugares públicos.
"Lo que yo hacía era no ir a la escuela porque era el lugar que me causaba más ansiedad y me iba a un lugar seguro, me refugiaba en la iglesia", narró.
LLEGARON LAS CRISIS
Cuando Lou empezó a estudiar Medicina, en el primer año tuvo la primera crisis, vinieron los vaivenes emocionales. No supo manejar el estrés y explotó.
Un día rompió vidrios en su habitación, volteó los muebles al revés y se trozó el cabello. "Mis familiares lo omitieron, no me decían nada, yo sola era la que estaba batallando con todo eso, fui perdiendo el interés y descuidé mi aspecto físico".
Recuerda que en esa época, su madre estaba enfrentando una lucha contra el cáncer de mama, además de que había desinterés de su padre. En su infancia, comentó que hubo violencia física y psicológica y por su mente pasó que a lo mejor su comportamiento se debía a ese episodio de su vida.
A los 20 años, una psicóloga le diagnosticó trastorno de estrés postraumático (TEPT), pero Lou siguió experimentando las mismas acciones, al grado de encerrarse dos años completos en su casa e intentar agredir a su madre.
El 4 de agosto de 2011, a los 26 años, acudió con un médico psiquiatra, quien le dijo que padecía depresión mayor y trastorno de ansiedad y le dio tratamiento pero sin éxito. El 23 de octubre de ese mismo año falleció su madre y Lou estaba muy alegre y funcional, pese a que se trataba de la persona que más amaba en esta vida.
Después, "la depresión acabó conmigo, a los dos meses me di cuenta de que la había perdido y dejé de comer, mis hermanos dicen que yo era una calaquita, me empiezan a medicar con antidepresivos y se disparan los episodios de manía, con ideas irreales, yo podía volar, fue la peor época de mi vida, en la Cruz Roja ya me conocían porque siempre entraba con autolesiones, ahí tenía 30 años".
A los 35 años, su padre se fue de la casa y su familia decidió acudir a una asociación civil, donde conocieron a otro médico psiquiatra, quien finalmente le diagnosticó el trastorno afectivo bipolar tipo II, una enfermedad mental que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo (animostato). Suele caracterizarse por la alternancia de episodios maníacos (altos emocionales) y depresivos (bajos emocionales), separados por períodos de estado de ánimo normal. En el tipo II se presentan patrones de episodios depresivos y episodios hipomaníacos.
A Lou, la trataron con litio para estabilizar su sistema nervioso y con quetiapina, un antipsicótico atípico. Desde entonces, su vida cambió, pues dice que transformó su dolor, pudo recuperar su proyecto de vida y ahora es un testimonio de esperanza.
"Todo ese dolor, todo lo que creí perdido ya tiene sentido, ¡sí se puede!, de estar a un paso de aventarme de un puente peatonal, hoy transformé esa angustia en conocimiento y en un futuro espero estudiar la carrera de Psicología y especializarme en enfermedades mentales, estoy feliz, mi vida está siendo cada vez más plena", dijo. Recuperó a sus amistades y estrechó los lazos afectivos con sus hermanos.
Lourdes González hoy es activista en Salud Mental y desde hace años forma parte de la asociación civil Camino a la Salud Mental (Casame Laguna), que brinda cursos psicoeducativos gratuitos a personas con enfermedades mentales, a sus familias y a población en general.
"Tu roca siempre va a ser el amor de tu familia, mi red de apoyo fueron mis hermanos. Un diagnóstico certero es importante, así como recibir terapia psicológica y psicoeducarte, identificar qué te está pasando para que sepas qué hacer. Nunca pierdan la esperanza, enfóquense en su proceso de sanación, ¡sí podemos ser funcionales!".
REDES DE APOYO
En Casame Laguna hay dos grupos de apoyo: "Reto" y "Apoyo a la familia". En ellos se comparten vivencias, experiencias y se brindan herramientas para una buena gestión de la enfermedad mental, mejor calidad de vida, autonomía, reinserción social y ayuda a mejorar la dinámica de las familias. Todas las personas que participan están guiadas por facilitadores capacitados y un profesional de la salud mental (psicólogo).
Lou, su hermana Teresa, Marco Marentes, Manuela Luévano y la presidenta de Casame Laguna, Guadalupe Pereira, están inmersos. Esta última indicó que las personas que han llegado últimamente a la asociación padecen depresión y ansiedad y que los cursos psicoeducativos gratuitos se imparten en municipios como Torreón, y Gómez Palacio.
Quienes deseen más informes pueden consultar la página de Facebook: Camino a la Salud Mental Laguna A.C., o bien, pedir detalles en WhatsApp a los números: 871-220-0516, 871-471-2306, 871-507-3077 y 871-178-0750.
La OMS informó que en 2019, una de cada ocho personas en el mundo (equivalente a 970 millones de personas) padecían un trastorno mental, siendo los más comunes la ansiedad y los trastornos depresivos, que en 2020 aumentaron considerablemente debido a la pandemia de COVID-19.
Las estimaciones iniciales muestran un aumento del 26 % y el 28 % de la ansiedad y los trastornos depresivos graves en solo un año. Y aunque existen opciones eficaces de prevención y tratamiento, la mayoría de las personas que padecen trastornos mentales no tienen acceso a una atención efectiva. Además, muchos sufren estigma, discriminación y violaciones de los derechos humanos.
Este 10 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental con el lema "La salud mental es un derecho humano universal", a fin de mejorar los conocimientos, sensibilizar e impulsar medidas que promuevan y protejan la salud mental de todos como derecho humano universal.
Déficit
En La Laguna:
- Instituciones de salud como el Seguro Social, el ISSSTE y Hospitales Generales de la Secretaría de Salud cuentan con atención psiquiátrica, sin embargo, la consulta subsecuente puede tardar más de medio año debido a la alta demanda.
- A esto se suma, que por ejemplo en el Centro Integral de Salud Mental (Cisame) de Gómez Palacio, Durango, en este 2023 se cumplieron dos años sin psiquiatra y en el Cisame de Torreón no se dan abasto, porque el único médico psiquiatra que hay, también realiza funciones de dirección.
- Este año, el médico psiquiatra Fernando Sánchez Nájera, impulsor desde hace 23 años del un Centro de Atención Psiquiátrica con hospitalización en la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango, informó que en la región hay alrededor de 20 médicos y médicas psiquiatras y que, de ellos, entre 12 y 14 están activos.