Desde los años setenta los pobladores han sido visitados por investigadores de organismos nacionales. (RAMÓN SOTOMAYOR)
La socióloga lagunera Steffany Sánchez Escobar ha enfocado su proyecto de maestría en el estudio de dos localidades rurales: La Flor, Durango y Laguna de Palomas, Chihuahua. Su proyecto, titulado Transformaciones territoriales en el desierto chihuahuense, trata de explorar la metamorfosis histórica que ha tenido el territorio en la citada región, haciendo énfasis en la reserva de la biósfera de Mapimí.
Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), Sánchez Escobar realiza sus estudios del posgrado en Estudios Regionales, esto en el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, un centro Conacyt especializado en estudios históricos ubicado en Ciudad de México. Este martes visitó su tierra natal para ofrecer una conferencia en el ágora del Museo Regional de La Laguna (MUREL), a la cual tituló “Territorio, desierto y memoria en el norte de México: Los ejidos de la reserva de la biósfera de Mapimí”.
Se trata de una investigadora interesada por los lazos comunitarios. Sánchez Escobar acude a estos entornos rurales y comienza a estudiar sus distintos comportamientos. Más que leer documentos en el aula, el reto está en el trabajo de campo, en la interacción con los habitantes, en el entendimiento cara a cara.
Es así como percibió que estas comunidades son de gran aporte para las ciudades, pues a través del conocimiento tradicional de sus habitantes, se pueden salvaguardar los ecosistemas. En el caso particular de la biósfera de Mapimí, este ecosistema es fundamental para la captura de carbono emanado por la zona metropolitana de La Laguna.
“La gente que vive dentro de estos ejidos, trabaja de manera colectiva para poder realizar labores de conservación que benefician a esos servicios ambientales, mismos que disfrutamos en la ciudad”.
No obstante, actualmente se habita en un entorno climático bastante hostil, donde destaca el deterioro de los pastizales, la falta de precipitación, la escasez hídrica y presencia de especies en peligro de extinción.
“Mi investigación va un poco sobre eso: conocer que momentos en la historia han permitido este deterioro ambiental en el desierto chihuahuense y cómo se inserta el conocimiento científico dentro de la reserva”.
La investigadora destaca el conocimiento científico que poseen los pobladores de la reserva, pues desde los años setenta han sido visitados por investigadores de organismos como el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) o Pronatura Noreste.
“Han llegado ellos (los investigadores) a crear conocimiento sobre las especies endémicas de flora y fauna y han capacitado a estas poblaciones. Cuando uno va a visitarlos, ellos te hablan de un dominio científico muy elevado, porque son los encargados de hacer los monitoreos ambientales, monitoreos de tortugas, de algunas especies de fauna, de águila real. Entonces hay un diálogo entre el conocimiento heredado (que es con el que ellos crecieron) y un diálogo con el conocimiento científico”.
La socióloga concluye que, cuando los habitantes juntan estos dos tipos de conocimientos, es cuando realizan acciones de conservación para la naturaleza.
