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Thiago Soares

Thiago Soares, coreografía de una vida, segunda parte

El director artístico del Ballet de Monterrey conversó en exclusiva con El Siglo de Torreón

Thiago Soares considera que una coreografía debe tener un músculo sentimental que le permita conectar con el público (CORTESÍA THIAGO SOARES)

Thiago Soares considera que una coreografía debe tener un músculo sentimental que le permita conectar con el público (CORTESÍA THIAGO SOARES)

SAÚL RODRÍGUEZ.-

En la entrega anterior, el maestro Thiago Soares (Río de Janeiro, 1981), director artístico del Ballet de Monterrey, conversó sobre sus orígenes en la danza y los primeros pasos que dio sobre el escenario. En esta continuación, aborda su camino tras ganar la medalla de plata de la Competencia Internacional de Danza, su regreso a Brasil, su triunfo en Rusia y su consolidación con The Royal Ballet de Londres como uno de los bailarines más importantes del mundo.

También habla del giro que dio su carrera al dejar los escenarios y estudiar coreografía, de su filosofía como director artístico y la manera en que ha diseñado.

El Corsario, obra con la que el Ballet de Monterrey visitará Torreón los días 28 y 29 de abril en el Teatro Nazas. 

Regresas a Brasil tras competir en Francia. Te preparas con más ímpetu. Viajas a Rusia y triunfas en el Teatro Bolshói. Decides quedarte allá y The Royal Ballet fija sus ojos en ti. ¿Cómo te hizo madurar ese proceso?

El ballet tiene eso que te lleva a otros países, que te hace conocer personas de otros lugares, personas que también estudiaron mucho. El ballet es un lugar de disciplina. Por ejemplo, todas las chicas que estaban en ese ensayo que viste, todas, mínimo estudiaron quince años. Es decir, en ese salón debe haber unos cuatrocientos años de mucho estudio. El ballet es un lugar que te nutre y afortunadamente al tener esa oportunidad de viajar, de estar en otros lugares, me nutrí culturalmente de conocer. Tú sabes que conocer, tener acceso, es el mayor dinero. Yo tuve eso con la danza. El final de mi educación como adulto fue de mucho privilegio por conocer países, grandes maestros, lugares, hablar idiomas diferentes y tener esta formalidad del baile, que no es un arte que puede ser como quieras. Es un arte que debe tener un concepto muy importante y de muchos años. Esta profesión terminó por educarme y creo que fue mi mejor maestra.

En tu carrera has convivido con artistas de todo el mundo. Sabes que las voces de los seres humanos poseen el acento del lugar de donde provienen. ¿Lo notas también en los movimientos de un bailarín?

Creo que cada uno trae su historia y sus particulares. Por ejemplo, cuando trabajas con bailarines que vienen de países con más dificultades, que lucharon más, que no vienen de países ricos, con dinero, puedes ver en su baile que son como gladiadores, luchadores y se defienden. A veces te pueden tocar artistas que vienen de otros lados con más privilegios, donde es un baile de limpieza, de nobleza, de otras cualidades. Es un baile, pero eso también son las personas, el cómo ellas son que se traduce a través de su baile. Otra vez, creo que sí, estos matices de personas y sus estilos me ayudaron a conocer la industria de la danza y a conocer a mucha gente por el mundo.

Durante 17 años fuiste el primer bailarín de The Royal Ballet, ¿qué te llevó a retirarte y empezar un nuevo proceso en tu carrera?

Esa decisión vino en conjunto con mi exjefe (Kevin O’Hare). Tuve una carrera dentro del ballet muy bonita, muy especial. Debo mucho al ballet, estoy muy agradecido de los años en los cuales pude aprender todo lo que viví. Esa carrera tiene una validez, viví lo mejor que un bailarín puede vivir, que es bailar en las mejores compañías del mundo, con las mayores bailarinas del mundo como Sylvie Guillem, Marianela Núñez, Tamara Rojo. Trabajé con las mayores, hice los mayores papeles. Me he dado cuenta que tenía opción de bailar algunos años más, pero también me di cuenta de que comenzaban a costarme algunas cosas físicamente. Tenía la opción de seguir hasta que no hubiera más cuerpo o salir con un proyecto de dejar mi mejer versión. Mi exjefe fue muy inteligente con eso, me dijo: “Mira, tú puedes quedarte y, eventualmente, entrar en tus cuarenta siendo menos o, con la trayectoria que tuviste, hacer una gran celebración de tu mejor momento y tu mejor papel”. Fue un poco de coraje, creo que es como uno quiere proyectar su trayectoria y también, a nivel personal, amo el ballet, soy un gran fan de ello, pero sentí que ya había pasado mi etapa. Sentí la necesidad de hacer algo por mis propias piernas, a ver qué puedo hacer con la experiencia que aprendí, qué proyectos puedo hacer. ¿Puedo hacer películas? ¿Puedo hacer coreografías? ¿Qué puedo hacer? Porque que ahí tiene una gran escuela donde aprendes muchísimo. Y, a nivel personal, es una pena que no aprendas eso y vayas a descubrir otros caminos. Creo que es muy personal. Hay bailarines que quieren quedarse el máximo de tiempo en sus compañías, pero fue una decisión muy en conjunto con mi director. La verdad es que mis últimos años fueron los más bellos porque entendí eso, acepté mi transición. Mi director me apoyó a transformar eso en un momento muy especial: “¿Y ahora qué vamos a hacer? ¿Cómo le vamos a hacer? ¿A dónde podemos ir?”. Y no fue como “¡Ah! Es un final, es muy triste”. Tuve tiempo de cambiar eso en mi mente. Pasé como tres meses pensando en que iba a parar, en que iba a salir de ahí, en qué iba a ser de mi vida, pero después me di cuenta de que tu próximo acto puede ser el mejor.

Cuando comienzas a estudiar coreografía, ¿cuál es tu principal eje de investigación? ¿Hacia dónde querías llega?

Originalmente no quería. Había un festival en The Royal Ballet sobre bailarines que quieren coreografiar. Yo no tenía ni idea, a veces iba a ver, pero mi director un día me dijo: “¿Por qué no creas algo?”. De alguna forma me estaba abriendo una puerta diciendo: “Mira, hay otra posibilidad. Esta mañana vas a iniciar”. Y yo no lo hice. Pero dormí, desperté y dije: “Voy a hacerlo”. Estaba en el último minuto y me dijo: “¡Dale, métete!”. Hice una pieza que ganó buenísimas críticas. Había algo ahí y no lo sabía. Entonces empecé a tratar, a hacer cosas pequeñas y me he dado cuenta de que, como creador, trabajo con generosidad. A mí me gusta crear para ti. Yo no soy un coreógrafo que crea pensando en sí mismo. Yo creo con el artista que tengo. Hay un lugar para eso en el mundo, donde el creador piensa desde el punto de vista del artista. Ahí empecé. Me invitaron a hacer cosas, entre ellas unas muy grandes para el Teatro Municipal de Río de Janeiro. Algunas otras en Londres, otras para un proyecto que tenía con jóvenes bailarines de mi estudio. Luego hice proyectos para videoclips y películas, empecé a tener una amplitud de creación. La verdad me gusta mucho, porque me pone en un lugar de generosidad, de dar; coreografiar es dar.

(CORTESÍA THIAGO SOARES)
(CORTESÍA THIAGO SOARES)

Además de esta generosidad, ¿qué buscas en las coreografías a nivel técnico?

A mí me gusta emocionar a través de los movimientos. Para mí, aunque sea una obra abstracta, tiene que tener un motivo sentimental. Yo creo que los cuerpos hablan sentimientos. Entonces, siempre busco algo por detrás que pueda expresar un sentimiento.

Cuando te contratan para dirigir al Ballet de Monterrey, la directiva buscaba algo distinto a lo que había tenido. Es sabido que la compañía ostenta un repertorio clásico muy importante, ¿cómo conjugar esa tradición con el presente que propones?

Es como tú lo estás traduciendo. En una institución cultural como el Ballet de Monterrey hay que pensar en su repertorio como una galería de arte que respeta mucho la tradición y la preserva, la cuida, pero que trata de cimentar relevancia a este momento con innovación, tecnología y todo lo que hay. Hay que crear, hay que buscar, hay que hacer workshop para entender lo que queremos decir y cómo queremos decirlo. Tú ves que el mundo ha cambiado de una manera loca en los últimos dos años. Después de pandemia, la forma de hablar, la manera en cómo hablamos sobre género y la postura propia, cosas muy básicas de los conceptos han cambiado. A la expresión de las artes también hay que acompañarla. Pienso en el Ballet de Monterrey como una compañía clásica que respeta y le gusta el repertorio tradicional, pero que también tiene deseo de descubrir nuevas maneras, nuevas formas. Soy un director que piensa en trabajar un lenguaje y no tener quinientas personas haciendo quinientas cosas al mismo tiempo. Sí, hacemos varias obras, pero manteniendo nuestra manera de trabajar creando nuestro lenguaje. Ya hay muchas compañías grandes haciendo de todo. A veces me quedo pensando... si vas a ver El Corsario con el Ballet de Monterrey debe haber un motivo especial, porque puedes ver El Corsario en Canadá, en Rusia. Nuestro El Corsario es una obra distinta por cómo proyectamos, bailamos y expresamos. Hay elementos sorpresas, hay cosas que no vas a ver en ningún lugar del mundo. Sobre algunas cosas que quería hacer cuando creé El Corsario, la gente me dijo: “Oye, de verdad, ¿quién quiere hacer esto?”. Por ejemplo, la figura del Pachá, qué es icónica del ballet, siempre es una persona vista más desde la mirada de la comedia y yo quería darle una mirada más realista, más de miedo, de villano, de un lugar donde se traduciría realmente hoy. Entonces hice cambios que son orgánicos y que tienen que ver con la cultura de hoy.

Creo que otro elemento importante en la coreografía es el espacio, ¿cómo lo trabajas en tus obras?

Soy un artista de danza al que le gusta la música, las artes plásticas, la arquitectura y mis referencias siempre tienen que ver con otras artes. Cuando sacas una obra de arte de una pared, de una pintura, y la traduces en movimiento, lo más lindo es poder expandir y abrir eso, entrar dentro de esa obra. Respecto a mi relación con el espacio, te puedo decir que me encanta usarlo. Tengo formas específicas que me encantan como círculos, cuadrados, pero también soy flexible. ¿Cómo me explico? Por ejemplo, a veces tenemos funciones en museos, como el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey con el que tenemos amistad, y es otra manera de hacer baile en corredores, por mesas. Me gusta este reto de poder contribuir a ese espacio. Si vamos a un teatro abierto, con más público, como el Festival de Santa Lucía, hago algo más gigante qué poder traducir. Me gusta jugar con esa relación del espacio, tener retos para que pueda crear soluciones.

¿En qué se asienta la versión de El Corsario que se presentará en Torreón?

Nuestro El Corsario es sobre la humanidad, sobre las relaciones humanas y sobre el virtuosismo de una obra clásica, pero la cosa más diferenciada es que no es un ballet, es una experiencia. Seguramente, cuando estés ahí con nosotros vas a escuchar sonidos, perspectivas, sensaciones diferentes. No hice una obra para que tomes asiento y mires. Hice una obra para que puedas sentir, escuchar, moverte, que tengas perspectivas diferentes. Por eso, más que un ballet, nuestro El Corsario es una experiencia

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