(ALE MORALES)
Los días que no se nombran se titula una antología muy generosa de poemas de José Emilio Pacheco. Hace días retomé el libro y pensé: cuántos días pasamos en que callamos, nos abstraemos, y no decimos, como si quisiéramos borrarlos, y borrarnos.
Hubo días en que, tal vez, nuestro gran José Emilio Pacheco osó en callar, a no nombrar, pero que, de forma definitiva, inmortalizó a través de la palabra escrita. Por ello, hoy su lírica no es silenciosa, nos habla y nos permite de alguna forma dialogar con él.
Yo me leído muchas veces en sus versos, me han resultado un espejo, lo que para él, según una carta que envió al periodista norteamericano George B. Moore para negarse a una entrevista, era un milagro.
"Me parece un milagro/ que algún desconocido pueda verse en mi espejo./ Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa- / corresponde a los versos, no al autor de los versos".
Pero yo digo que sí es su mérito. José Emilio, así lo nombro porque lo siento cercano, fue, entre muchas otras grandes cosas, un poeta inteligente que, al menos a mí, me propone una lectura participativa.
Él mismo se lo redacta a B. Moore: "Escribo: doy la mitad del poema./ Poesía no es signos negros en la página blanca./ Llamo poesía a ese lugar del encuentro/ con la experiencia ajena./ El lector, la lectora/ harán o no el poema que tan sólo he esbozado".
José Emilio invita así a que el lector de su literatura tenga una colaboración creativa, en pocas palabras nos alienta a escribir junto con él su poesía.
Para mí se trata de un acto humilde y generoso. El escritor mexicano tenía el deseo de que la poesía fuese anónima porque, creía, era más bien colectiva.
Y así escribió: pensando más en la poesía que asumiéndose como un poeta.
"No nos veremos nunca pero somos amigos./ Si le gustaron mis versos/ qué más da que sean míos/ de otros/ de nadie./ En realidad los poemas que leyó son de usted:/ Usted, su autor, que los inventa al leerlos". Concluye así José Emilio su carta poema dirigida al periodista.
En ese sentido, soy yo, entonces, la autora de la mayoría de los poemas que se registran en Los días que no se nombran, una selección hecha de 1985 al 2009. Digo esto porque mis ojos acaban de hacer un repaso por las páginas de ese libro, acción que, según José Emilio, los origina de nuevo.
Es algo así como "el poema vive hasta que los lectores quieren", en ese sentido interpreto la postura del escritor Pacheco, que bien sabía que escribía para que nosotros (los lectores) nos leyéramos a través de sus versos, un acto sobrado solidario.
Y es que, en mi caso, puedo rebuscar en el mundo la palabra precisa para nombrar algo que siento pero que no logro describir. Y José Emilio, no lo sabe, pero él, en muchas ocasiones, me la ha brindado. Por eso yo digo que somos amigos.
Aunque hubo días que no nombró, dejó por escrito todo un inventario para que (los lectores) pudiéramos descifrarnos a nosotros mismos.
Y también, por qué no, nos empuja a generar nuestro propio repertorio lírico. José Emilio, de exquisita literatura, nos bota de los márgenes de las páginas que leemos y nos alienta a participar inmersivamente en su acto poético, y ya en esas andadas, también, mi caso es, me infunde aliento para contribuir a la vida con un verso.
Hágase amigo de José Emilio Pacheco querido lector. Y cuando nada entienda, acuda a su poética.