La calma política, como el calor, cubre a Coahuila. Luego de la vorágine de la jornada electoral y el bombardeo promocional de las campañas, una vez resuelto el tema de las elecciones poco se habla de política estatal. En todo caso, los temas políticos más comentados son aquellos que se inscriben en la lógica de la sucesión del veinticuatro. Pareciera que elegido el nuevo gobernador y a quienes integrarán el Congreso estatal tanto la ciudadanía como la clase política se han tomado un descanso, o bien, fue tanto y tan intenso el periodo de campañas que, como ante el calor, la gente busca un refugio que lo proteja de esa intensidad y su ruido.
Sin embargo, considero que este periodo es mucho más importante de lo que se cree. En estos meses emerge la oportunidad de sentar la ruta sobre la que se encauzará la política pública de Coahuila del 24 al 30. En estos meses lo central ya no es responder a las preguntas del qué y quién propios de las campañas electorales, sino a la pregunta el cómo. Curiosamente se trata del periodo menos visible en términos de exposición de los actores políticos ( a diferencia de las campañas y del ejercicio de gobierno) pero es en el que un equipo responsable de futuro gobierno trabaja más en la preparación de la función pública que habrán de ejercer.
¿Cómo se va a robustecer la política de seguridad? ¿Cómo se impulsará la atracción de inversiones con sentido de equilibrio regional, pero aprovechando al máximo las ventajas de cada destino en el estado? ¿Cómo se llevará la política social a un nivel que atienda con eficacia lo urgente pero que afiance un modelo no paternalista? ¿Cómo se impulsarán las necesarias transiciones de modelos de producción, urbanísticos y de movilidad actuales hacia otros más sostenibles? Son algunas de las varias preguntas que deben ser respondidas en este periodo posterior a la elección y previo a la entrega de estafeta por parte de la actual administración.
El "carro completo" de los resultados de la elección ofrece, en una lectura lineal, el mandato de continuar por la vía actual en lo que se refiere a las políticas públicas para Coahuila. El hecho de que se mantenga el mismo partido al frente del ejecutivo y ahora ante una abrumadora mayoría legislativa ofrece una oportunidad de dar continuidad a ciertos aspectos, pero también aprovechar aprendizajes para llevar a otro nivel otros temas de la administración estatal. Definir qué debe permanecer, qué debe complementarse y qué debe cambiar es lo específico de estos meses de calma política, pero de intensidad en la planeación.
También es un periodo de oportunidad para la sociedad civil organizada, los gremios empresariales y otros actores para fundamentar las propuestas que en campaña se presentaron, en la mayoría de los casos, como planteamientos generales y conceptos sintéticos. Es el periodo para poner en papel esas ideas y valorar la factibilidad y las transiciones que necesariamente deben considerarse de cara a un futuro inmediato con una gruesa probabilidad de turbulencia y ajuste político ante un 2024 sumamente cargado por la dinámica electoral.
Para el caso de La Laguna la efectiva inclusión sostenible al concierto de oportunidades de la relocalización (el famoso nearshoring) es, considero, el eje en torno al cual debería plantearse el listado de políticas públicas en el marco del desarrollo regional que vaya a plantear el próximo gobierno estatal. Desde luego, a esa inclusión habría que establecerle objetivos precisos promoción, infraestructura y proyectos colaborativos que faciliten la exposición de la región ante posibles nuevos socios económicos.
Si en campaña el prometer no empobrece, en la fase de planeación la improvisación desmerece. La transición en Coahuila está en marcha. Es de suponer que el actual equipo y el entrante tendrán vasos robustos de comunicación, hay que ganar, en ese contexto, interlocución por parte de la sociedad organizada en el diseño del sexenio por venir.
@EdgarSalinasU
