Rovinj es un pequeño tesoro de la costa croata con rasgos inconfundibles de la histórica Venecia, está situado en la península de Istria. Allí en la parte más alta está la iglesia de Santa Eufemia. El templo guarda la historia de la santa y su torre campanario tiene 60 metros con escalones que se conservan desde el medioevo. Allí sucedió un hecho brutal que marcó a los habitantes durante la hegemonía de Diocleciano. Mandó que la santa fuera arrojada a los leones, sin embargo, su cuerpo desapareció, según dicen, en un barco fantasma. Se esfumó.
Cuando amanece arriban los barcos de pesca con su captura. Viejos pescadores comentan las aventuras de su inmersión y los resultados de la faena. Desde mucho tiempo atrás, antes de internarse en el fascinante mar, alzan la vista y confían en la posición y el pronóstico de la santa.
Nada los hará cambiar de opinión. Cada día, desde tiempo inmemorial, depositan su confianza en esa imagen, encaramada en las alturas como una rosa de los vientos. Si la Santa mira en dirección al mar los vientos serán propicios, si en cambio le da la espalda, nadie se anima a desafiar una tempestad.
Ni ellos ni la mayoría de las personas de todas las culturas se atreven a desoír las consignas de aquellos oráculos en los que confían. Esos elementos simbólicos constituyen un argumento vehemente que condiciona su accionar. Los han aprendido de sus padres y abuelos.
Aquí no importan las sofisticadas tecnologías, las creencias siempre son certezas y ninguna razón ni argumento pueden cambiarlas.
Simplemente ese rasgo ancestral, vinculado con lo desconocido, les recuerdan que son vulnerables y tal vez por eso aguardan con esperanza el permiso para zarpar.
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