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VIBREMOS POSITIVO

Vibremos positivo

La sal de la vida

CLAUDIO PENSO

Los egipcios desarrollaron una extraordinaria civilización, tenían un vínculo de admiración y dependencia con el Nilo. Cuando el río desbordaba, a causa de las lluvias, podían desplegar su agricultura. Los períodos de sequía eran durísimos, pues era difícil sobrevivir en el caos.

En sus creencias, una vez muertos, emprendían un viaje a otra vida, siempre que pudieran evitar la descomposición del cuerpo. Así descubrieron que, si lo enterraban en la arena, podían preservarlo. Dieron un paso más y ensayaron una mezcla de arena muy seca con sal como paso previo a la momificación.

Otra costumbre era colocar alimentos y bebidas junto a la tumba para que el viaje resultara menos fatigoso. Esta práctica los impulsó a explorar formas eficientes de conservar los alimentos, sin depender únicamente de la bonanza de los ciclos de crecida del río.

Así como los egipcios aprendieron a preservar sus cuerpos para continuar el viaje, la misma técnica les permitió revolucionar la conservación de sus alimentos para defenderse de las sequías.

A lo largo de la historia, la humanidad se inspiró en diversas causas como sus creencias, la necesidad de sobrevivir, la casualidad para imaginar cambios significativos. Así construyó diques, apeló a ingredientes, mezcló recursos para protegerse o sobreponerse a los elementos amenazantes.

Algunos de estos resultados nos sorprenden aún hoy porque nos resulta inverosímil llegar a tales conquistas con tan pocos soportes. Sin duda, el hombre primitivo contaba con suficiente audacia e imaginación.

Hoy se ha avanzado en muchos aspectos, aunque se ha retrocedido en otros. No fuimos capaces de desterrar el hambre, el 1 por ciento de las personas tiene más recursos que el 99 por ciento. Esa acumulación desenfrenada nos pone frente a la paradoja de que una enorme cantidad de seres humanos no tienen agua potable ni se alimentan a diario. Tal vez se perdieron de vista los termostatos, los frenos de seguridad. Si continuamos talando bosques pronto la tierra se convertirá en un desierto estéril. La inefable adrenalina con la que se construyen ciudades y fábricas está envenenando los ríos.

Hemos llegado lejos en todos los sentidos.

¿Antes de consumar nuestra autodestrucción, seremos capaces de reinventarnos y regresar sobre nuestros pasos?

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