¿Qué aprendí?
Aprendí a estar solo para conocerme realmente, con mis miedos y temores, con mis triunfos y fracasos, con mis verdades y mentiras, conmigo mismo.
Aprendí que trabajarse de verdad, echarse el clavado interno, reconocerse y aceptarse, a veces duele, a veces nos reta, nos enfrenta, pero es necesario para poder evolucionar.
Aprendí que cuando pensamos que no hay nada más por que luchar, cuando la obscuridad aparece y pensamos que no se irá, es cuando tenemos que tener más fe, más esperanza y que podemos encontrar la fuerza que nunca pensamos tener, y que todo depende de nosotros para poder crear magia de la nada, de la mente, del pensamiento, para continuar.
Aprendí que somos un ejercito de personas que estamos transformando el mundo, que juntos somos mas fuertes y que unidos llegamos más lejos.
Aprendí a sentir, a llorar, a entender que las emociones nos ayudan a identificar los dolores y reflejos del alma, que nunca hay que tener miedo a sentir.
Aprendí que nos podemos enamorar de la vida, de las montañas, del amanecer, de los pájaros, del mar, de los cerros pelones, del desierto, de la música, de la comida, del vino, pero primero hay que enamorarse de uno mismo.
Aprendí a identificar personas que vibran positivo y retenerlas, entre amigos, familia, hermanos y desconocidos alrededor del mundo.
Aprendí a sanar, a perdonar, a perdonarme, a no etiquetar, para volver a amar y abrir mi corazón, para mí, para el mundo.
Aprendí a perderlo todo, mi casa, mi dinero, mi carro, mis amigos, mi familia, mi tiempo, para entender que no soy de nadie ni nada es mío.
Aprendí a pensar en grande, a soñar, a tener fe, a inspirarme, a escuchar, a rezar, a meditar.
Aprendí la importancia de la salud, a cocinar, a alimentar no solo el cuerpo, sino también el alma.
Aprendí lo importante de la disciplina y la constancia en todo lo que hago, el ejercicio, en mi vida, en la de los otros, en mi trabajo, en el día a día.
Aprendí y valoré mas que nunca a mi familia, los consejos, las risas, los abrazos, a los que ya no están, a los que se fueron, a los que siguen aquí, al abuelo, a los sobrinos, a las comidas, el abrazo, el beso y los llantos.
¿Qué no aprendí?
Aprendí a vivir, porque pensé que lo sabía todo, y me di cuenta, que no tenía ni puta idea de quien era yo y que era VIVIR.
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