Después de la agresión, envió un abogado a casa, ofreciendo ayuda disfrazada de amenazas, dijo, "Si denuncias vas a sufrir mucho, y te conviene aceptar una reparación del daño y seguir adelante", ese día decidí denunciar.
Dicen que lo más difícil es denunciar, y tienen razón, pero ¿Denunciamos y automáticamente sanamos? En mi experiencia no es así en lo más mínimo. Hablando del proceso inmediato posterior a levantar una denuncia sobre un delito sexual en la CDMX, las horas en la oficina del MP parecen eternas, contar la historia una y otra vez a cada perito parece eterno, detallar cada segundo, la ropa que tenias puesta, lo que te dijo al oído y con qué mano te toco primero, parece una pesadilla eterna. La experiencia de vivir un peritaje ginecológico es más que aterradora, desnudarte y colocar los brazos a los costados frente a otro médico para que corrobore las marcas en tu cuerpo, no es agradable.
Fue el inicio de un largo proceso que hoy continúa, porque desgraciadamente cuando no encuentras al primer intento a un buen abogado, aprendes sobre leyes, derechos, escritos, redacción oficial y rangos de autoridad, porque necesitas defenderte con uñas y dientes. ¿Y después del papeleo que sigue? Más papeleo, más pruebas, más peritajes, más declaraciones, más gastos en gasolina y transporte para ir dos o tres veces por semana a la fiscalía para saber si ya recibieron tu escrito, tu petición, si ya judicializaron la carpeta de investigación o volvió a rebotar, en medio de una pandemia mundial, la cosa se alenta aún más.
Tomar clases vía Zoom mientras esperas tu turno en la fiscalía de delitos sexuales de la CDMX, con internet deficiente porque no hay buena señal, con audífonos para escuchar la clase pero atenta al ruido externo por si te llaman, no te deja concentrarte exactamente como deberías. El señalamiento social de una comunidad estudiantil pesa, el aislamiento social afecta, tu posterior dificultad para construir relaciones sanas te marca.
Y de pronto por fin piensas que todo está avanzando, sin embargo pasan 4 meses más y aún no hay respuestas, después otros seis, cuando te das cuenta ya pasaron dos años y piensas en abandonar el asunto por paz mental, ¿por qué no lo abandonas? Porque quizá no eres la primera persona en situación de víctima de ese agresor, pero si eres la primera que se atrevió a denunciarlo, porque quizá a ti sí lograron sacarte viva de esa habitación, pero quizá, si abandonas tu proceso, a la siguiente no.
Dentro de esos "quizá", existe duda, enojo, frustración, miedo... pero también cabe paciencia, valentía, resiliencia, perseverancia y muchísimo amor propio, porque si, ya pasaron dos años, creciste dos años, aprendiste dos años, cambiaste dos años, estudiaste dos años, y lo más importante, comenzaste a sanar en esos dos años, si bien es cierto que la terapia, los medicamentos y sobre todo las redes de apoyo ayudan, depende de uno mismo quedarse por siempre como una persona en situación de víctima o levantarse y hacer algo con ello.
Las agresiones sexuales están tan normalizadas, que incluso el agresor es glorificado y comprendido, mientras el agredido prefiere callarse para no ser juzgado por personas que no están en sus zapatos.
Algunas veces una sola historia puede tocar un corazón roto que está esperando por sanar, que estaba esperando una pequeña señal para denunciar, que necesitaba leer que Si se puede, y que después de denunciar a la mayoría le espera un tortuoso camino, nada fácil, nada rápido, pero que vale la pena, porque quizá, solo quizá, estas salvando a alguien más.
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