Hoy en día se habla mucho de las pérdidas, habiendo cada vez más libros en el mercado relacionados a la tanatología, cursos sobre el saber soltar o diplomados, pero poco se entiende de lo que esta experiencia implica para la persona que lo vive.
Empezaré por lo más sencillo de explicar: de manera concreta un duelo es la respuesta emocional que llega a experimentar una persona ante la vivencia de una pérdida, una ausencia, un abandono o una muerte. Por lo tanto, al hablar de un duelo se hace referencia a una etapa de crisis psicológica que requiere de un largo periodo de introspección y revaloración de la propia identidad, valores y convicciones.
¿Pero cómo se desarrolla todo este proceso? De inmediato vienen a mi mente una serie de etapas las cuales es bien sabido, es necesario recorrer para poder sanar. El nombre que identifica a cada una de estas etapas varía dependiendo de cada autor, pudiéndose encontrar similitudes entre ellas. Estas etapas son la negación, el enojo, la negociación, la depresión, la aceptación y la renovación. Sin embargo, esta clasificación queda en la teoría pues en la vida real el duelo se vive de una manera única en cada persona; siendo un proceso que avanza en espiral y no de forma lineal como se puede llegar a pensar, en donde en ocasiones quien vive la perdida puede sentir un avance significativo y en otros momentos tener la sensación de estar retrocediendo. Estos movimientos pueden generar angustia o desesperación, siendo parte natural del proceso.
Entre los duelos más conocidos y socialmente más entendidos en donde hasta cierto punto es menos complejo (más no fácil) el poder acompañar, pues lo que se pierde en evidente y visible, se encuentran los relacionados a la muerte del cónyuge, la muerte de un familiar o de un hijo, un divorcio, el despido de un empleo, la muerte de una mascota, entre muchos otros.
Ningún duelo es igual a otro, todos son únicos y cada uno de ellos viene cargado de un paquete de experiencias emocionales y retos individuales. Por lo tanto, el tipo de pérdida que llegue a experimentar una persona en su vida, va a determinar su respuesta ante el duelo. Por ejemplo, perder a una persona con quien tenías un vínculo especial tendrá un efecto en ti, mientras que perder un empleo te afectará de modo diferente.
Pero además de estos duelos ya conocidos, hay unos que entran en la categoría de "especiales" y son aquellos que están relacionados a los cambios en la apariencia física, trayendo como consecuencia afectaciones en la autoimagen de una persona. Estos duelos pueden ser, por ejemplo, cambios naturales por la edad, el desgaste por los años, accidentes o intervenciones quirúrgicas que dejan cicatrices.
De estos "duelos especiales" hay uno en particular al que yo llamo silencioso, pues tiene la característica de tocar únicamente a las mujeres; me refiero al duelo tras la pérdida del órgano sexual pélvico interno llamado útero. La extracción del útero de un cuerpo femenino se realiza mediante un procedimiento quirúrgico llamado histerectomía, siendo ésta la segunda intervención quirúrgica ginecológica más común entre las mujeres después de la cesárea y la más utilizada a nivel mundial para tratar patologías benignas en el útero, dejando en la mujer afectaciones no solo físicas, si no también emocionales de las que poco se habla.
A esta pérdida me atrevo a describirla como "silenciosa" porque las personas hombres y mujeres por igual quienes no han estado cerca de una experiencia de este tipo, no alcanzan a dimensionar el impacto psicológico que dicha pérdida representa en la vida de una mujer en etapa fértil. El útero, ese órgano que simboliza la vida quien mes con mes tras la menstruación manda una señal que indica la capacidad de formar una nueva vida, no está más en el cuerpo de la mujer; se fue y con él se van muchas vidas, sueños y planes, apareciendo un dolor profundo, dejando más allá de la cicatriz física, una herida emocional, un recuerdo, un "hubiera" que quizá no desaparezca nunca… pero con lo que ella, tiene que aprender a vivir.
Siendo un momento de crisis para la mujer, lo esperado es que exista una contención emocional por parte del exterior que le ayude a asimilar lo sucedido. Sin embargo, no siempre sucede de esta manera pues la red de apoyo (que vienen siendo la familia y en ocasiones algunas amistades), el círculo social cercano a ella o el mismo personal médico que atiende, muestra una tendencia a minimizar o incluso a invalidar tanto el dolor físico, como las emociones y sentimientos que se están generando en ella desde el momento en que es informadas del procedimiento a seguir.
Pero ¿Qué es lo que sucede a nivel emocional en el interior de esta mujer?
De manera inmediata y posterior a la cirugía se suma al dolor emocional, el dolor físico del cuerpo propio de las heridas internas y externas. Además, comienzan a aparecer afectaciones en su autoestima y seguridad social, alterando así su auto concepto de "feminidad", reforzado en estereotipos sociales y culturales, trayendo como consecuencia conflictos emocionales en torno al futuro, a su vida sexual, a la pareja, a la familia y al estereotipo de ser una mujer "completa".
Entonces, en esta mujer que acaba de perder el símbolo social de "ser mujer", hace su aparición la función del duelo, que no es otra cosa que el trabajo personal de aceptar una nueva realidad, quizá no mejor, quizá no peor, pero sí diferente a lo que ella había proyectado en su mente. Teniendo como objetivo principal resolver el conflicto interno, en donde le guste o no, deberá ponerse en contacto con el vacío que dejo la pérdida, siendo en muchos casos vivida como una experiencia de trauma, en donde tras un largo proceso de entendimiento e introspección, se logra llegar a la aceptación, es decir, la integración cognitiva y emocional de lo perdido en el momento presente, siendo capaz finalmente de otorgar un nuevo sentido a su vida. Cada mujer vive la pérdida de una manera única, pues influye mucho el deseo personal de ser o no ser madre, o los planes en cuanto a una familia numerosa o pequeña.
Cuando una mujer vive el desprendimiento de su útero de una manera muy impactante para su realidad, se puede manifestar de manera inmediata en el post operatorio trastorno depresivo o de ansiedad, los cuales pueden estar presente en la vida de la mujer desde unos meses, hasta años. En otros casos, pueden aparecer síntomas de estrés postraumático, reviviendo en su mente de forma repetida el evento, teniendo pesadillas o sueños inquietantes, pensamientos pesimistas, con estados de ánimo negativo, e irritabilidad.
También puede aparecer una sensación de desprendimiento del cuerpo, como si se tratar de un sueño en donde el entorno se percibe como algo distante y la realidad estuviera distorsionada (proceso conocido como disociación). Esto indudablemente dificultara la elaboración del duelo, sin embargo, es un mecanismo de defensa necesarios para la psique de esa mujer, quien evita a toda costa de manera inconsciente un quiebre emocional. Afortunadamente con el apoyo de un especialista en salud mental, todo lo anterior puede ser identificado y tratado con éxito.
Pero ¿Cuánto tiempo dura el proceso de duelo? ¿El tiempo lo cura todo? Los libros establecen un año para un proceso sano y no patológico, pero la realidad indica otros datos. Además, es importante desmentir, el tiempo por sí solo no cura nada, pero sí es el único que puede aminorar las sensaciones cuando el dolor de la pérdida le hace creer a esa mujer que ya no puede seguir; encontrando más adelante el camino para resignificar lo perdido y transformar con gratitud el dolor en fecundidad.
Como podrás darte cuenta, psicológicamente es un proceso complejo que requiere de mucha fuerza interna y voluntad para entender, reacomodar y avanzar. Para esta mujer entrar en un duelo significa comprender sus propias emociones y sentimientos, al tiempo que aprende a vivir con lo perdido y con el cambio que esta ausencia genera en ella, para después con mucha paciencia y amor hacia sí misma, poder ajustar dichos cambios y sus consecuencias a su nueva realidad, con el único objetivo de que ella pueda seguir viviendo.
Desde afuera, para toda la red de apoyo y personas cercanas, guiar un duelo significa saber acompañar en estas situaciones a las mujeres con amor y compasión, tratando de entender sus sueños y anhelos más profundos, dejando a un lado los juicios o los deberías, pues únicamente ella quien está viviendo la perdida, sabe lo mucho que duele en su interior haber perdido.
Empatía y sensibilización es lo que necesitamos como sociedad para entender y acompañar amorosamente en el proceso de sanación, a las mujeres adultas y adultas jóvenes que viven un duelo psicológico por la pérdida de su útero, evitando de esta manera que vivan un duelo en silencio. A todas ellas, las que ya pasaron o están pasando por una intervención de histerectomía, a las que ya se levantaron y a las que aún no lo logran, mujeres fuertes y valientes, las abrazo con infinito amor en su camino hacia la sanación.
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