El poder es irresistible. Una vez que se prueba, no hay vuelta atrás. Como Ulises, necesita atarse al mástil. Para los griegos, esa civilización de la cual solo hacemos notas al margen, el poder necesita moderación. ¡Y cómo se nota su ausencia! Por lo mismo, su ejercicio revela la naturaleza de los hombres. Lo mejor y lo peor de un individuo ahí se magnifica. Dicho popularmente, hay quienes se suben a un ladrillo y se marean. Durante las siguientes semanas, las elecciones serán omnipresentes, es lo normal en una democracia, no así en la dictadura. Más nos vale utilizar correctamente los conceptos y sus significados. Largos noventa días nos esperan, aunque para muchos candidatos será lo más parecido a los juegos del hambre. ¡Todo por el poder!
En el día a día de las campañas, se pierde con frecuencia la perspectiva; "vamos ganando", "la verdadera encuesta es el día de las elecciones"; a ese panorama, los medios se conforman con las declaraciones. Sin embargo, en medio del bosque, hay unas claves que nos permiten leer las señales de los vientos.
Las palabras cuentan, tanto así, que el pez por la boca muere. No hay que subestimar el lenguaje, por el contrario, sus expresiones hacen el día a día. Hay candidatos que sepultan la campaña con sus propias palabras. En tiempos de redes sociales y teléfonos "inteligentes", abundan los autogoles. De esa manera, para aspirar a la presidencia, no basta el dinero recaudado, ni los abultados recursos de un club de ricos, ante todo, hay que llenar la imagen que exige el cargo. Para ser, hay que parecer. En ese sentido, cierto simbolismo conlleva el cargo. El comportamiento, los ademanes y hasta la ropa, lo van señalando.
Sin embargo, la política, más que pensar, es un hacer. Por lo tanto, a los actores en turno se les juzga por lo que han hecho, no por lo que van hacer. En pocas palabras, se puede prometer el cielo y las estrellas a los electores, pero de manera realista, cuentan las obras.
Por ejemplo, en la suma de los factores, pesa el balance. Si bien, no lo define todo, porque siempre hay otras variables, para un gobernante sí es relevante, que el balance de gobierno, sean más los aciertos que los errores. A partir de ahí, surgen las tendencias de cambio o continuidad. En ese camino, las elecciones se convierten en un plebiscito para avalar o rechazar al gobierno. Por consiguiente, la narrativa tiene un papel central. Las campañas son historias que tratan de convencer a los votantes. Hay quienes con seriedad proponen un diagnóstico y hasta un plan. Pero tampoco es raro, quien llega sin nada, sencillamente a improvisar. En ese sentido, la crítica no es una propuesta, se requiere algo más para llamar la atención de los electores. Con más fracasos que éxitos, un profesor de política vivió en carne propia, esa ironía de "enseñar" política y no saber nada de política. No obstante, en su testamento público, dejó una enseñanza útil para las elecciones: ganarse el derecho a ser escuchado. Hablar y hablar, no significa que te escuchan.
Rumbo al poder, todo puede pasar. A río revuelto, los enemigos de hoy son los aliados de mañana. Ante la disputa, surgen alianzas y coaliciones, en apariencia irreconciliables, pero con un propósito mayor, a veces inconfesable. A los que ayer fueron agraviados, hoy están formados con sus opresores en busca del poder. Sin duda, la apuesta es pragmática, pero eso sí, en detrimento de las ya de por sí, denigradas marcas de partidos.
Dejemos el "tipo ideal", la política no es para inocentes, lo que hay son candidatos, unos más audaces, algunos abiertamente impresentables, pero a ojos de los electores, se vota, como tantas veces, por el mal menor. Al mismo tiempo, influye, como en las apuestas, la creencia sobre el ganador. Eso sí, no confundamos likes con votos. La presencia en las redes, comúnmente alimentada por legiones de bots, sólo dan la apariencia de apoyo. Los likes no votan. Mientras tanto, estemos atentos a las sorpresas.
No vemos en @uncuadros