Queridos lectores hoy dejaremos a un lado los temas políticos, económicos, de inseguridad, migración y demás para abordar un tema humano muy presente en nuestras familias.
Nos referimos a la vejez o la llamada tercera edad a la que todos algún día llegaremos irremediablemente al menos que antes seamos sorprendidos por la muerte.
A todos nos asusta alcanzar esa última etapa de la vida porque vemos que las fuerzas se reducen, las capacidades se limitan, la salud se complica y en ocasiones el estado de ánimo se viene por los suelos.
Pero también la senectud ha generado frases célebres como la del médico español Santiago Ramón y Cajal, quien sostuvo que "en la vejez no nos deben preocupar las arrugas del rostro, sino las del cerebro".
A su vez el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel dijo que "saber envejecer es la mayor de las sabidurías y una de los más difíciles capítulos del gran arte de vivir".
No se quedó atrás el laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez al precisar que "el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad".
Quien se fue a fondo fue el sacerdote potosino Joaquín Antonio Peñaloza, ya fallecido, al elaborar un documento magistral que tituló "Diez Mandamientos para una vejez feliz".
El escrito no tiene ninguna palabra de desperdicio, ojalá tuviéramos muy presentes los diez puntos para el día que nos alcance la senectud si es que no la tenemos ya encima.
Además estos "mandamientos" se pueden aplicar a otras edades porque lamentablemente en múltiples ocasiones actuamos como viejos cuando tenemos 30, 40 ó 50 años.
Esperamos que disfruten el decálogo de don Joaquín Peñaloza que a continuación reproducimos de manera íntegra:
Cuidarás tu presentación todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta, que más fiesta que la vida.
No te encerrarás en tu casa o en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario, saldrás a la calle y al campo de paseo, el agua estancada se pudre y la maquinaria inmóvil se enmohece.
Amarás el ejercicio físico como a ti. Un rato de gimnasia, una caminata razonable dentro y fuera de casa, contra inercia, diligencia.
Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado. La cabeza agachada, la espalda encorvada, los pies arrastrándose, no. Que la gente diga un piropo cuando pases.
No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que estás y te harán el vacío, nadie quiere estar oyendo historias de hospital. Deja de auto llamarte viejo y considerarte enfermo.
Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas, al mal tiempo buena cara, sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, sé amable en los ademanes, se tiene la edad que se ejerce, la vejez no es cuestión de años sino de estado de ánimo.
Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres ni un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde te sea posible y ayuda.
Trabajarás con tus manos y con tu mente. El trabajo es medicina infalible, cualquier actividad laboral, intelectual, artística es medicina para todos los males, el trabajo es una bendición. No estamos jubilados, nunca nos jubilamos. Lo único que no puedes hacer es no hacer nada.
Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas, ensancharás el corazón de los amigos, huye del bazar de antigüedades.
No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor, deja de estar condenado a tu mundo y maldiciendo tu momento, alégrate de que en las espinas florecen las rosas, positivo siempre, negativo jamás. El anciano deberá ser como la luna, un cuerpo opaco destinado a dar luz.
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