Los romanos, y con ellos casi todos los antiguos, creían que el corazón era la sede de los sentimientos, y ahora nosotros en la actualidad seguimos pensando lo mismo, aunque lo referimos de manera metafórica o traslaticia, más que directa o positiva.
Algunas palabras de nuestro lenguaje incluyen al corazón para hacernos ver que todo el sujeto íntegro está involucrado en la acción que se menciona; así sucede, por ejemplo, cuando adjetivamos una acción como cordial, es decir, hecha con el corazón, lo que significa que quien actúa lo hace desde el dentro de sí mismo, desde su órgano palpitante. De la misma manera, si decimos que alguien tiene un gran corazón, no nos referimos al tamaño real de este órgano, sino a la generosidad de su poseedor.
La palabra latina correspondiente a corazón es Cor, cuyo genitivo es Cordis, y las raíces que llevan esta palabra proceden generalmente del caso genitivo, es decir, incluyen a letra D en la voz aludida.
Recordar es recobrar el corazón, tal vez por eso decimos que recuperamos algo cuando nos viene a la memoria un acontecimiento del pasado, y entre lo que rescatamos están precisamente los sentimientos que nos evoca nuestra retentiva, junto con los latidos del corazón, que son parte importante de las emociones.
Recordar es un verbo que antiguamente se usaba para designar el hecho de despertar. Este arcaísmo nos recordaba que recuperábamos la conciencia (el corazón) cuando el dios Morfeo nos abandonaba.
Concordar significa que dos o más personas tienen los mismos sentimientos y, por extensión, la misma opinión en alguna materia determinada, es decir, sus corazones laten al unísono. A su vez discordar nos dice que ellos no comparten emociones, y se contraponen, además, en opiniones y en operaciones.
El lector puede darse cuenta de que no se trata de simple fisiología, sino de una actividad espiritual profundamente humana involucrada en las acciones donde el elemento "cord" es mencionado para designarlas.
Los antiguos romanos no solamente se referían a la anatomía sencilla cuando le pusieron nombre al dedo cordial -el cuarto a partir del pulgar-, pues creían que estaba conectado directamente al corazón mediante la vena del amor, por eso lo escogieron para poner en él el anillo matrimonial. Esto último causó que también se llamara dedo anular, no porque anulara la soltería, sino porque recordaba a los casados que estaban coordinados por los anillos (anuli) situados precisamente en dirección al corazón.
Según Joan Corominas, la palabra corazón tiene una connotación de grandeza, como cuando decimos "grandotón" u otra palabra con la misma desinencia, para apreciar el "gran corazón del hombre valiente y de la mujer amante", entonces, el corazón necesariamente tiene un mayúsculo tamaño.
Coraje actualmente significa ira, pero en la antigüedad tenía la connotación de valentía, es decir, hacer algo con un corazón animoso y esforzado. En tiempos pasados el corajudo no era quien se irritaba fácilmente, sino el que actuaba con el corazón, con todo el sentimiento posible. En la actualidad, este concepto es el expresado en la palabra inglesa Courage, que con toda obviedad podemos ver que procede del Cor latino.
En sánscrito, la palabra para designar a este órgano y su relación con todos los sentimientos que le atribuyeron, era algo parecido a hrid. En el griego arcaico lo pronunciaban krid, siglos después derivó en kridía y por fin en kardía.
En nuestro actual español tenemos voces derivadas del griego que designan a algo relacionado con el corazón, pero como se trata de cultismos, hay la tendencia a usar este tipo de palabras en las ciencias, principalmente en la medicina, por eso decimos cardiopatía a una enfermedad del corazón, o cardiológico a un rollo que trata sobre este músculo, y cardiomegalia al agrandamiento anormal del corazón. En estos casos sí se trata de simple fisiología.