Este domingo salga a votar con confianza, sin miedo. Inocultable es que vivimos inseguridad y violencia política, pero muy focalizadas en algunas regiones del país. No caiga en la trampa de quienes han promovido una campaña de miedo precisamente para inhibir el voto y/o poner en duda que se cuenta y cuenta con toda certeza, ni se deje llevar por las falaces ocurrencias que han proliferado en redes sociales, la más reciente de las cuales sugiere un golpe de Estado en desarrollo.
Apenas el viernes pasado, a dos días de la jornada electoral, se viralizó en la red social X un post atribuido a la cuenta del general secretario de la Defensa Nacional, Cresencio Sandoval, que en tono retador y beligerante dice que "es nuestro deber sagrado, como defensores de la Patria y guardianes de la democracia, exigir elecciones libres, transparentes, sin intervención del señor Presidente" y que "no permitiremos que la voz de la ciudadanía sea silenciada por aquellos que buscan perpetuase en el poder".
Por los términos y el momento en que fue difundido, el mensaje se diseminó en X con la etiqueta #GolpedeEstado, hasta que cinco horas después -reacción por cierto muy tardía- fue más o menos atenuado por la Secretaría de la Defensa Nacional al desconocer su veracidad e informar que el general secretario "cerró sus cuentas en redes sociales en 2023", luego del "Guacamaya Leaks", el hackeo masivo a la dependencia a su cargo ocurrido el 29 de septiembre de 2022.
Por el destinatario del bulo (AMLO, sin lugar a duda) y por asemejarse a la narrativa electoral de quienes han planteado optar por el autoritarismo o la democracia, la opresión o la libertad, el ateísmo o la religión y la propiedad privada o el comunismo (falsas disyuntivas todas ellas, en opinión de quien esto escribe), el remitente es claramente identificable. Por qué no plantear mejor, si de disyuntivas se trata, las también claramente identificables opciones de justicia o privilegios, libertad o represión y solidaridad o individualismo. En fin, estén del lado que estén sus convicciones, por favor vaya a votar.
La relación participación-abstencionismo en las tres más recientes elecciones presidenciales fue en 2006 de 58-55%-41-45%; en 2012 de 63.08%-36.92%; y en 2018 de 63.42%-36.58%, de lo que resulta un promedio de participación-abstencionismo de 61.19%-38.81%.
Si aplicamos ese promedio de participación a los 98.32 millones de ciudadanos que conforman este año la lista nominal de electores, es previsible que hoy acudan a las urnas 60.65 millones de votantes, cuatro millones más que hace seis años. Si son más, mejor, pues se fortalecería la legitimidad de la ganadora.
Sí, de la ganadora, porque esta noche tendremos a nuestra primera mujer presidenta, así como tuvimos en Elvia Carrillo Puerto la primera diputada local (1929); en Aurora Jiménez de Palacios a la primera diputada federal (1954); en María Cristina Salmorán de Tamayo a la primera ministra de la Corte (1961); en Griselda Álvarez Ponce de León a la primera senadora (1976) y a la primera gobernadora (1979); y en Norma Lucía Piña Hernández a la primera presidenta de la Suprema Corte de Justicia (2023).
Hoy, de acuerdo con el INEGI, 49.2% de la representación política nacional está en manos de mujeres, muy cerca ya del 50-50 al que obliga la paridad de género con base en una reforma constitucional vigente.