La elección presidencial del 5 de noviembre en Estados Unidos será una de las más determinantes de la historia reciente. A simple vista, el enfrentamiento entre el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris ofrece dos opciones divergentes. Pero la divergencia es más notoria en la política interior que en la exterior.
EUA libra actualmente una guerra cultural entre una visión primordialmente blanca, conservadora, religiosa e individualista, y otra eminentemente diversa, progresista, agnóstica e identitaria. Trump y Harris tratan de ubicarse en los polos opuestos de este espectro político. Trump defiende un EUA basado en "valores americanos tradicionales" y un nacionalismo económico que resuena con la élite empresarial, pero también en la clase trabajadora blanca afectada por las políticas neoliberales globalistas. Harris, en contraste, representa la visión progresista del Partido Demócrata y, como mujer racializada, ha centrado su agenda en los derechos civiles, la justicia social y la inclusión.
El triunfo de Trump traería una situación inédita: un presidente convicto asumiendo el cargo, lo que podría desencadenar una crisis institucional y profundizar las divisiones políticas en el país. Si Harris ganara, sería un hito histórico: la primera mujer de ascendencia africana y asiática en la presidencia, que, no obstante, enfrentaría la resistencia de sectores conservadores que la ven como una amenaza a los principios tradicionales estadounidenses.
Pero en política exterior, Trump y Harris podrían compartir algunos enfoques. Aunque con marcadas diferencias retóricas, la política exterior de la Administración Biden-Harris no se ha desviado mucho en ciertos aspectos clave respecto a la de Trump-Pence. Esto sugiere que, a pesar de los cambios de liderazgo, algunas prioridades estratégicas de EUA han permanecido constantes en temas críticos. Es bastante claro que parten de la misma base: la pérdida de poder efectivo de su país en el mundo y el repliegue de su hegemonía.
Uno de los puntos en donde mayor contraste observo es en la relación de EUA con la Unión Europea y el papel de la OTAN. Trump mostró escepticismo hacia las alianzas tradicionales con Europa, criticando a la OTAN y la UE por no contribuir lo suficiente a la seguridad global y por políticas comerciales que, según él, perjudicaban a su país. Su enfoque fue el de un nacionalismo económico, renegociando acuerdos bajo el principio de "America First".
Harris probablemente mantendría el enfoque más multilateral que ha explorado Joe Biden con Occidente, buscando fortalecer los lazos con Europa. Sin embargo, a pesar de una retórica más amigable, las tensiones comerciales y las diferencias en políticas de defensa podrían persistir, ya que EUA seguiría protegiendo sus intereses estratégicos.
Y justamente el principal desafío para esos intereses se llama China, potencia frente a la cual las diferencias entre Trump y Harris tienden a borrarse. Veo factible que ambos mantengan como presidentes un enfoque duro con China. Trump adoptó una estrategia de confrontación directa, imponiendo aranceles y restricciones comerciales para frenar el ascenso tecnológico de China, lo que escaló tensiones y consolidó un consenso bipartidista en Washington sobre la rivalidad con el gigante de Asia.
Aunque Harris podría usar una retórica menos agresiva, es probable que mantenga una postura similar en términos de competencia tecnológica y derechos humanos. La administración Biden no ha revertido las políticas comerciales de Trump hacia China, y ha fortalecido alianzas en el Indo-Pacífico para contrarrestar la influencia china. Con Harris, esta política de contención probablemente continuaría, aunque con un enfoque que intentara mantener abiertos algunos canales de diálogo.
En relación con Ucrania, Trump ha mostrado una postura ambigua, priorizando a veces sus relaciones personales con líderes autoritarios como Putin sobre el apoyo firme a Ucrania. Su victoria podría significar una reducción del apoyo estadounidense a Kiev, con profundas implicaciones para la guerra en Ucrania y las relaciones con Europa. Harris, en contraste, seguiría la línea de Biden: apoyo a Ucrania, refuerzo de la Alianza Atlántica y más presión sobre Rusia.
En cuanto al otro gran conflicto del momento, Israel contra Palestina, Trump fue en su primer mandato abiertamente pro-israelí. Parte del desastre que hoy es Oriente Medio tiene que ver con la decisión tomada por el republicano de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén, violando acuerdos internacionales. Por su parte, la vicepresidenta probablemente buscaría un enfoque más equilibrado debido a la presión del sector más "izquierdista" de los demócratas. Pero seamos realistas: las presiones del poderoso lobby israelí en EUA, y su influencia en ambos partidos, limitarán cualquier cambio radical en la política hacia Israel.
En migración, Trump ha sido claro en su enfoque restrictivo, centrado en construir un muro fronterizo y reducir la inmigración ilegal a cualquier precio. Aunque la administración Biden-Harris ha adoptado una retórica más humanitaria, las políticas en la frontera no han cambiado significativamente, con continuidades en la aplicación de medidas como el Título 42 y la ampliación de restricciones al asilo. Es posible que Harris busque una reforma migratoria más profunda, pero el panorama político actual sugiere que cualquier cambio drástico enfrentaría fuertes resistencias en el Congreso y en un sector influyente de la opinión pública.
La política comercial de Trump es clara: proteccionismo, renegociación bilateral de acuerdos y aranceles para proteger la industria estadounidense. Harris podría intentar revertir algunas de estas medidas en favor de un comercio más abierto y alineado con estándares ambientales y laborales, pero la administración Biden ha mantenido muchas de las políticas de Trump, especialmente en relación con China.
Finalmente, aterrizamos en México. Durante su primer mandato, Trump adoptó una postura retórica dura hacia México, centrada en la seguridad fronteriza y la reducción de la inmigración ilegal. Su enfoque transaccional, utilizando amenazas arancelarias para presionar a México, fue controversial pero efectivo a corto plazo en reducir el flujo migratorio. En contraste, la negociación del T-MEC, impuesta por Trump, ha traído beneficios a México en materia de inversiones.
Harris ha seguido una línea más cooperativa como vicepresidenta, buscando abordar las causas profundas de la migración en Centroamérica mediante inversión y cooperación regional. Sin embargo, las políticas migratorias de Biden no han diferido mucho de las de Trump, manteniendo ciertas restricciones y enfrentando críticas de ambos lados. Preveo que Harris ponga el acento de la renegociación del T-MEC en asuntos laborales y medioambientales, mientras que Trump lo hará en reglas de origen y competencia comercial.
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