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México y EUA, obligados a coincidir

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

La relación entre México y Estados Unidos es la más importante de América y una de las más relevantes del mundo. Este año ambos países votarán para elegir presidente. Una coincidencia que ocurre cada docena de años. En los dos casos, las opciones son continuidad o cambio. Buena parte de la estabilidad del continente depende de lo constructiva que pueda ser la agenda entre los gobiernos de ambas naciones.

México y EUA conforman un espacio continuo de 11 millones de km2 en el que habitan casi 470 millones de habitantes, de los cuales casi el 40 % son hablantes nativos de español y poco más del 60 % de inglés. Mientras que EUA es el corazón de América del Norte, México ocupa la zona de transición entre Centro y Norteamérica, en términos geográficos, y entre Latinoamérica y el mundo noratlántico, en cuestión geopolítica. En el plano económico, junto con Canadá conforman el segundo bloque comercial más grande del mundo, apenas por debajo de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, en inglés), con centro en China.

En 2023 México se convirtió nuevamente en el primer socio comercial de EUA, tras dos décadas en las que China fue el principal proveedor de la potencia americana. De acuerdo con la Secretaría de Economía mexicana, sólo el intercambio comercial entre México y Texas alcanzó los 231 mil millones de dólares (mdd) en 2021, cifra que representa una tercera parte del volumen total del comercio texano. Casi 400,000 empleos en Texas dependen del comercio con nuestro país. Algo similar ocurre con California: 90 mil mdd de intercambio comercial en 2021 y más de medio millón de empleos dependientes de este comercio.

Las economías norteamericanas son cada vez más complementarias. El Tratado México-EUA-Canadá (T-MEC) representa un avance hacia la integración económica en sectores estratégicos y va más allá de la disminución de aranceles. La guerra comercial que EUA libra con China y el deterioro de la relación entre estos países coloca a México en una posición estratégica y vital desde la perspectiva estadounidense. El nearshoring norteamericano es la apuesta de Washington para dejar de depender de China y para construir cadenas productivas más resistentes en medio de un mundo turbulento.

Desde la administración Trump, Washington ha vuelto a plantear una política industrial para reconstruir y modernizar su aparato productivo principalmente en aquellos sectores que considera estratégicos desde el punto de vista de seguridad y soberanía nacionales. Esa reconstrucción pasa por el aprovechamiento de la cercanía con México y el desarrollo de la industria en este país. EUA necesita urgentemente producir más semiconductores, baterías para vehículos eléctricos de todo tipo y paneles solares. México puede ser de gran utilidad en estos sectores, pero también en la manufactura avanzada y las industrias automotriz, aeroespacial, farmacéutica y alimentaria.

Esta prometedora interacción económica se ve comprometida por sobresaltos en otros temas de la agenda binacional, como seguridad y migración. Se trata de asuntos que no sólo impactan a las dos naciones en cuestión. La mayoría de los grupos criminales que operan en Norte, Centro y Sudamérica tienen su asiento en México o están conectados con cárteles de este país. El territorio mexicano no sólo es expulsor de migrantes, sino que es la principal ruta de tránsito hacia EUA y, en menor medida, se ha convertido también en estado destino.

Si de por sí estos temas contienen un alto grado de complejidad, el manoseo político electoral complica aún más la construcción de acuerdos para plantear soluciones conjuntas. Un ejemplo de ello ocurrió durante la visita reciente de Trump y Biden, cada quien por su cuenta, a la frontera con México. Mientras que el presidente estadounidense tendió la mano a su rival para que demócratas y republicanos lograran una agenda de mínimos comunes para una nueva política migratoria, el aspirante republicano prefirió nuevamente la estridencia. "Estados Unidos está siendo invadido por el crimen migrante Biden (sic)... Esto es como una guerra", dijo Trump.

También en el espinoso tema del narcotráfico, los republicanos se han radicalizado al apuntar hacia una "solución" que implica la intervención militar de EUA en suelo mexicano para acabar con los cárteles de la droga. Pero las declaraciones de Trump y sus correligionarios respecto a la seguridad y migración poco o nada tienen que ver con la realidad y sólo contribuyen a enturbiar la relación binacional. Está claro que el trumpismo republicano ha estructurado una narrativa simplista para azuzar a su base electoral, pero también llama la atención la ineficiencia de los demócratas a la hora de tejer una alternativa viable, por lo que terminan muchas veces arrastrados por esa retórica.

También es cierto que de este lado de la frontera las posturas políticas en torno a la migración y la seguridad han sido reactivas, erráticas, poco profundas y, en ocasiones, negligentes. Y es que en México los gobiernos y partidos han caído en la tentación de hacer un manejo político electoral de ambos temas sin establecer estrategias de fondo que respondan a la defensa de los Derechos Humanos y el Estado de Derecho. Al final, entre ambos países se escuchan más las recriminaciones por lo que del otro lado se ha dejado de hacer. Si se quiere avanzar en la agenda común, esta lógica debe ser desechada.

Mientras los gobiernos y partidos se mantengan en ese nivel precario de discusión y propuesta, la única vía sostenible será que la diplomacia y la paradiplomacia de ambos países trabajen arduamente por consolidar canales de comunicación y mesas de trabajo que obliguen a los tomadores de decisiones a autorizar soluciones conjuntas. El reparto de culpas debe ser sustituido por la asunción de responsabilidades compartidas. Tanto la migración como el narcotráfico son fenómenos que ocurren y se propician en ambos lados de la frontera, con redes institucionales permisivas cuando no cómplices en la violación de la ley y los Derechos Humanos.

Es imperativo que la agenda binacional en estos temas tan importantes deje de ser tan susceptible al vendaval de la política electoral y al manoseo que practican los principales actores políticos de los dos países. Y una manera de hacerlo es creando equipos de trabajo multidisciplinarios cuya labor trascienda los tiempos de las administraciones y legislaturas, y que marquen la pauta sobre las medidas a aplicar de forma conjunta a ambos lados de la frontera. Estas medidas deberán considerar las realidades particulares y compartidas y las responsabilidades mutuas en los temas de la agenda, lejos de la estridencia y más cerca del ánimo constructivo.

Es esto o permitir que la seguridad y migración sigan siendo secuestradas por el populismo y la politiquería. La relación binacional más importante del continente merece un abordaje más serio y profundo en su agenda.

urbeyorbe.com

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