Yo pienso que los animales tienen alma, menos torcida y más inocente y clara que la nuestra. Algunos teólogos negarán eso, pues tienen la soberbia de los que se sienten intérpretes de Dios, pero el Señor es infinitamente bueno e infinitamente sabio, y si en nosotros los humanos puso un alma, con mayor razón la puso en sus otras criaturas, que la merecen más que nosotros.
Por los valles del Cielo, creo, caminan la jirafa, el elefante y el rinoceronte. Las fieras no necesitan serlo ya, y el leopardo y el león van al lado de la gacela y el antílope. Cada ángel tendrá un perro, y un gato cada arcángel, para no sentirse solos.
Con pena y sentimiento debo añadir que allá nos encontraremos también con los animalitos que nos han servido para nuestro alimento o para aliviar nuestros trabajos, y que nos habrán perdonado ya los abusos de nuestra humanidad.
En el Cielo estará el Terry, mi amado perro cocker.
Ah, y también estará ahí el buen Dios.
EL LADO OSCURO DE UNA AFICIÓN
A partir de los indignantes acontecimientos después del partido de futbol entre el equipo de Rayados de Monterrey y Santos de la Comarca Lagunera, cuando después de finalizado el partido y ya fuera de las instalaciones del estadio, un grupo de aficionados del Monterrey fue atropellado por una camioneta de supuestos aficionados del Santos, tragedia en la cual falleció una mujer y resultaron lesionadas varias personas, evento que para la fecha en que este artículo se publica está en proceso de esclarecimiento por parte de las autoridades, creo pertinente reflexionar sobre este terrible suceso.
El sentido de pertenencia mal comprendido puede convertirse fácilmente en fanatismo, el cual implica una irracionalidad que puede llevar desde crear enemistades y enfrentamientos innecesarios, hasta actos violentos y mal intencionados.
Desafortunadamente a lo largo de la historia de la humanidad, de forma consciente e inconsciente, se ha incentivado el odio hacia los que se consideran diferentes, por motivos de creencias religiosas, nacionalidad, origen étnico, preferencias, posturas políticas y hasta deportes.
La idea de incentivar el sentido de pertenencia en un colectivo de personas creándoles un enemigo común es por demás peligrosa, sobre todo en estos tiempos de polarización, en dónde algunos individuos malinterpretan los mensajes de unidad de algún grupo en particular, catalogando de forma indiscriminada como enemigos a todos aquellos que se consideran contrarios o distintos a su forma de pensar o de ser, y, como en este penoso caso, a los aficionados del equipo contrario en turno.