VARIACIONES OPUS 33 SOBRE EL TEMA DE DON JUAN.
El crepúsculo tiñe de oro y sangre las aguas del Guadalquivir. Don Juan sabe que él mismo es un crepúsculo, de modo que desde el ventanal de su palacio contempla con filosófica actitud el atardecer.
Piensa que muy pronto se le fue la vida, y que muy pronto también le llegará la muerte. No le teme. Si la pallida mors trajera espada, y no guadaña, se batiría con ella como con sus rivales de antes. Pero ahora, en el arrabal de senectud que Manrique dijo, la muerte no es rival, sino amiga cuya llegada se espera con ilusión serena.
A Don Juan le gustaría ser olvidado. Ésa sería una muerte mejor que la del cuerpo. Y es que a Don Juan no le gusta haber sido Don Juan. Habría preferido ser un Juan cualquiera. Pero, medita el caballero sevillano, el destino manda sobre los hombres. Y sobre las mujeres también, posiblemente. Nadie puede evitar ser lo que ya fue.
Don Juan se pierde en sus pensamientos, y todos los seres y las cosas se pierden en las sombras. Cae la noche.
¡Hasta mañana!...