En el refectorio del convento los monjes consumen su magra ración mientras uno de ellos lee algún libro de piedad.
En esta ocasión el lector narra el milagro hecho por Josué, quien hizo que el sol se detuviera en lo alto de la bóveda celeste.
-Un mal milagro fue ése -comentó San Virila por lo bajo.
El padre prior alcanzó a oírlo y le pidió que repitiera sus palabras.
El frailecito, humilde, se disculpó apenado:
-Perdóneme, su reverencia. Incurrí en el atrevimiento de decir que ese milagro, el de hacer que el sol se detuviera, fue un mal milagro.
Le preguntó el prior:
-¿Por qué piensa usted tal cosa?
Respondió San Virila:
-Porque eso atentó contra el orden natural, y el orden natural es el mayor milagro.
¡Hasta mañana!...