Esta música es tan deleitosa como la de Mozart o Schubert. La forman el crepitar de la leña en el fogón y el borbollar de la olla donde hierve el agua con que se hará el té de menta o yerbanís.
En la sobremesa de la cocina en la casa del Potrero relata don Abundio una anécdota de doña Rosa, su mujer.
-En nuestros primeros días de casados no le gustaba hacer lo que los casados hacen. Pero poco a poco le fue agarrando el gusto, y todas las noches se me repegaba en la cama. Una noche llegué muy cansado, pues tuve un chambal bruto, y tan pronto puse la cabeza en la almohada me dormí. Al día siguiente me dijo Rosa:
-Oiga: ¿y por qué anoche no?
El relato nos hace reír, pero ella se molesta. Masculla entre dientes con enojo:
-Viejo hablador.
Don Abundio forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...