EL SEÑOR MULTIPLICÓ LOS PANES Y LOS PECES.
A consecuencia de esa multiplicación las panaderías y pescaderías dejaron de vender sus productos durante una semana, con las consecuentes pérdidas. Los empleados no percibieron sus salarios, y en sus hogares faltaron los peces y los panes. Las familias pasaron hambre, hasta que la ausencia de milagros hizo que las condiciones del mercado se normalizaron otra vez.
De ese relato apócrifo saco una consecuencia: hay que tener cuidado antes de hacer algún milagro como el de los panes y los peces.
Mejor todavía: no hay que hacer ningún milagro, al menos los de carácter multiplicador. Es preferible dejar que se cumplan las leyes de la naturaleza, que ya de por sí son bastante milagrosas.