Se le aparece en sueños por la noche, y en recuerdos durante el día.
Pequeño el cuerpo, blanca la tez, los ojos claros y el cabello rubio, es ahora un ingrávido fantasma que Don Juan ama y al mismo tiempo teme.
Él era muy joven cuando la conoció. Aún no sabía querer. Ella tenía más años, y su sentimiento por aquel muchacho casi niño tuvo algo de maternal.
No consumaron nunca nada, aunque alguna vez él le acarició los senos bajo la ropa y ella le acercó su cuerpo hasta hacerlo sentir el espasmo. Pasado un tiempo a él se lo llevó la vida, y a ella la muerte. Él tenía muchos motivos para vivir, y ella más aún para morir. Caminó lentamente hacia la tumba, un paso cada día. Antes de llegar ya estaba muerta.
Después de haberla olvidado la recuerda. Don Juan no sabe si soñó su muerte o si ahora está soñando su vida. A sus años los recuerdos y los sueños se le confunden. Cuando sueña es como si estuviera recordando. Cuando recuerda es como si soñara.
La vida se le va al caballero sevillano. La muerte se le acerca.