Muchas veces me he llegado a preguntar ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Lo restaré haciendo bien?, ¿iré por el camino correcto?, ¿le estaré dando el mensaje que quiero a mis hijas?
Preguntas muy difíciles de responder teniendo en cuenta que, "Cada uno hace lo que puede con lo que tiene en el momento que puede" y que, si me baso en esa premisa, mi respuesta es un rotundo Sí.
Lo digo basándome en el hecho de que todo lo que hago, lo hago lo mejor que puedo sin escatimar en amor y en esfuerzo, y siempre pensando que es lo que a mí me gustaría que las demás personas hicieran en mi lugar.
Sin embargo, analizando todo lo que tengo, todo lo que me rodea y todos elementos para determinar si tengo la vida que quiero o más bien la vida que podría considerar perfecta para mí, creo que es importante decir que:
La vida no se mide anotando puntos, como en un juego. La vida no se mide por el número de amigos que tienes, ni en el número de likes que tienen tus publicaciones, ni por cómo te aceptan los otros.
No se mide según los planes que tienes para el fin de semana o por si te quedas en casa solo. No se mide según con quién sales, con quién solías salir, ni por el número de personas con quienes has salido, ni por si no has salido nunca con nadie.
No se mide por las personas que has besado. No se mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, por la marca de coche que manejas, ni por el lugar donde estudias o trabajas.
No se mide ni por lo guapo ni por lo feo que eres, por la marca de ropa que llevas, ni por los zapatos, ni por el tipo que música que te gusta. La vida simplemente no es nada de eso.
La vida se mide según a quién amas y según a quién dañas. Se mide según la felicidad o la tristeza que proporcionas a otros. Se mide por los compromisos que cumples y las confianzas que traicionas.
Se trata de la amistad, la cual puede usarse como algo sagrado o como un arma. Se trata de lo que se dice y lo que se hace y lo que se quiere decir o hacer, sea dañino o benéfico.
Se trata de los juicios que formulas, por qué los formulas y a quién o contra quién los comentas. Se trata de a quién no le haces caso o ignoras adrede. Se trata de los celos, del miedo, de la ignorancia y de la venganza.
Se trata del amor, el respeto o el odio que llevas dentro de ti, de cómo lo cultivas y de cómo lo riegas. Pero por la mayor parte, se trata de sí usas la vida para alimentar el corazón de otros.
Tú y solo tú escoges la manera en que vas a afectar a otros y esas decisiones son de lo que se trata la vida. Hacer un amigo es una gracia. Tener un amigo es un don. Conservar un amigo es una virtud. Ser un amigo es un honor y un privilegio.
Así que, basándome en todo lo anterior puedo decirles que estoy satisfecha con mi vida, gracias a dios tengo la vida que quiero, tengo gente extraordinaria a mi lado, tengo amor, tengo lealtades, tengo satisfacciones, tengo la certeza de que estoy haciendo las cosas bien, tengo la seguridad de que soy el mejor ejemplo para mis hijas y sé que aunque a veces cometo errores también tengo la capacidad de reconocerlos, de pedir perdón, de perdonar y de ser aquella persona que soñé que sería cuando era niña.
Te invito a reflexionar la manera en que mides tu vida, a diferenciar lo que vale la pena y lo que no, a saber, que lo material va y viene y que lo que se queda es aquello que la gente va a recordar de ti cuando ya no estés. Pero lo más importante es: Que todo lo que hagas y todo lo que dejes de hacer, sea solo aquello que te haga sentirte orgulloso de la persona que eres con los demás y contigo mismo.
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