La foto debiera fracturarnos el alma. Un bebé de tres semanas muere en Gaza de inanición, pesó menos que al nacer. Imágenes similares ha habido miles y los ataques no cesan. En la CDMX el 28 de agosto, en los baños de la UAM-Iztapalapa, un bebé recién nacido y moribundo fue hallado en los baños. Murió. Otro bebé más, en Tacubaya, por fortuna sobrevivió. En Monterrey, el 29, un bebé muerto fue encontrado en un recolector de basura. Llevaba el cordón umbilical. En México cada día 22 niñas se convierten en madres, 101 mil entre 10 y 17 años en 2023 (REDIM). Nacer en hogares inestables, en parte, explica la violencia. Mario Luis Fuentes ha documentado con solidez (Excélsior, 29/4/2025) ("Un país inapropiado para las infancias") la dimensión del problema.
El INEGI reportó 9 000 muertes por suicidio en el 2024. La tendencia ronda 7 por 100 000 habitantes. Alrededor del 81% son varones, jóvenes: de 15 a 24 años, el 22.9%. De 25 a 34, son el 27.4%. Sólo un 2% de la población obtiene atención para problemas de salud mental. Un agravante: el precio de los medicamentos.
Los tiroteos masivos en el mundo se triplicaron entre 1982 y 2011. Pero los números siguen allí: USA TODAY documentó 271 incidentes entre el 2006 al 2017. En el 2015, The Washington Post registró 255 tiroteos -de más de 4 muertos- casi uno al día. En el caso de los tiradores solitarios, predomina, el suicidio del asesino. En Estados Unidos, sobre todo en escuelas, son los propios alumnos los que disparan a sus compañeros y a maestros. Los factores son múltiples: en ese país hay 120 armas de fuego por cada 100 personas. Las enfermedades mentales, el deseo de fama y notoriedad o la simple imitación, motivan las masacres. También influyen las escenas violentas que hoy están en miles de millones de pantallas en todo el mundo y todo el día. Las Vegas, discotecas, iglesias, McDonald´s, los escenarios son variados, pero predominan las escuelas y universidades. ¿Por qué? El más reciente, Minneapolis la semana pasada, tuvo como sello la declaración del atacante: quería ver sufrir niños. El jefe de la policía de la ciudad, no dio su nombre, precisamente por la admiración confesa del delincuente a otros que así obtuvieron notoriedad. Era reproducir el perverso estímulo.
En 2018, el brillante filósofo canadiense Michael Ignatieff, publicó un libro provocador: Las virtudes cotidianas. En el aborda, de forma antropológica, entrevistas, visitas en zonas conflictivas de muy diversas ciudades y países, Jackson Heights en Nueva York, pero también Río de Janeiro, Bosnia, Myanmar, Los Ángeles o Sudáfrica, la convivencia humana. Su tesis central -sociológica- es que las múltiples diversidades, religiosas, étnicas, de opción sexual, culturales, de ingresos o consumo, de posturas políticas, son socialmente administrables cuando existe un "sistema operativo" -sí, igual que las computadoras- lo suficientemente robusto, para que cualquier ciudadano conviva sin fricciones o enfrentamientos.
Me temo que ese sistema operativo en México está fracturado.
Basta con ver el cinismo y la desvergüenza de nuestros gobernantes protegiendo a legisladores con acusaciones de agresión sexual o de grandes atracos al erario, defendidos desde la tribuna presidencial, para imaginar el efecto cascada. Los "moquetazos" como sustitutos del diálogo parlamentario, que viene de parlar. Nuestro trabajo es "inhumano" declaró un senador metido hoy en muchos líos. El servicio público conlleva sacrificios, la observación social es sana. Deben ser ejemplo. Qué decir del ocultamiento de 400 mdp de la impresión de los "acordeones" (Ver Proceso, 1/9/2025).
Las consecuencias de ese actuar, ya se instalaron en nuestra vida cotidiana. Basta con observar la forma de manejo y violaciones a los códigos de tránsito y la falta de respeto interpersonal. El mundo ha entrado a una nueva era de enfermiza impunidad: Trump, Putin, Netanyahu, Maduro y un largo etcétera son el paisaje de fondo.
La barbarie mexicana galopa.