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Camino a la semana laboral de 40 horas en México

Este 1 de septiembre está pautado el día en que habrá de presentarse la iniciativa de reforma a la Ley del Trabajo, que buscará reducir la jornada semanal a lo largo de los próximos años. Varios países ya han iniciado este recorte con éxito.

Camino a la semana laboral de 40 horas en México

Camino a la semana laboral de 40 horas en México

DANIEL GONZÁLEZ

La riqueza de un país no es la suma de horas dedicadas a la producción, sino la calidad de lo que hay en ellas. Si México quiere competir por talento, atraer inversión y vivir mejor, debe asumir que el tiempo no es un agujero donde se arrojan cuerpos, sino el insumo más preciado de la economía contemporánea. Reducir la jornada laboral de manera gradual, consensada y orientada a resultados no es una concesión romántica, es una apuesta por generar más valor en menos tiempo.

A México le duele la espalda de tantas horas trabajadas, muchas veces incluso de pie. Somos un país muy “chambeador” y, sin embargo, se produce poco por hora, de acuerdo a cifras de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

En 2023, esta institución realizó un estudio en el que comparó la productividad de 37 naciones dividiendo la cantidad de horas trabajadas anualmente entre las personas empleadas por año. La investigación encontró que cada mexicano labora alrededor de dos mil 226 horas, mientras que el promedio de los participantes en el conteo fue de mil 746, lo que representa un 21.5 por ciento menos que en nuestro país. 

Alemania presentó el número más bajo con sólo mil 340 horas, un 40 por ciento menos que en México. Ese contraste ha reavivado una discusión postergada por varios años: la reducción de la jornada laboral máxima de 48 a 40 horas semanales, sin recorte salarial. La presidenta Claudia Sheinbaum anunció, el 1 de mayo de 2025, que impulsaría este cambio, y se estableció el 1 de septiembre de este año como la fecha en que debe presentarse la iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo.

La pregunta que más parece inquietar a los empresarios y entusiasmar a los empleados es: ¿Trabajar menos tiempo realmente puede hacer más productivos, competitivos y, de paso, más sanos a los trabajadores? La respuesta más acertada es que sí, siempre y cuando el cambio sea gradual, presente reglas claras y esté acompañado de un compromiso serio por reestructurar los procesos dentro de cada organización, ya que no se trata de contar horas, sino valor y eficiencia.

Imagen: Unsplash/ Elisa Ventur. Las jornadas prolongadas sólo suelen traer consigo síndrome de burnout y problemas de salud.
Imagen: Unsplash/ Elisa Ventur. Las jornadas prolongadas sólo suelen traer consigo síndrome de burnout y problemas de salud.

CONTEXTO ECONÓMICO GLOBAL

El argumento económico de fondo para este cambio es menos ideológico de lo que podría pensarse. Dejando de lado las consideraciones de izquierdas y derechas, el contexto mundial actual apunta al fortalecimiento del mercado interno y el desplazamiento del modelo neoliberal (dependiente en gran medida de las exportaciones).

Ya no se trata sólo de reducir costos en las empresas para vender más al exterior, sino de tener un mercado nacional sólido que sustituya las ventas al extranjero. Para ello, además de productos competitivos, se requiere que los consumidores del país cuenten con mejores salarios, así como tiempo disponible y salud para poder comprar en el mercado interno y mantenerlo a flote.

Es evidente el temor de los empresarios mexicanos a reducir la jornada a 40 horas, y no es para menos. Sin embargo, la dinámica internacional es clara en el sentido de que es necesario transitar hacia la productividad y la eficacia, dejando atrás el modelo de mano de obra barata y costos bajos para favorecer las exportaciones.

MAYOR PRODUCTIVIDAD Y SATISFACCIÓN

La evidencia internacional sugiere que recortar horas de trabajo no equivale automáticamente a disminuir la producción. Por ejemplo, en el Reino Unido —donde desde 1948 la semana laboral es de 40 horas distribuidas en cinco días— se realizó un ejercicio en el que los empleados trabajaron sólo cuatro días semanales; en él participaron 61 empresas y alrededor de dos mil 900 personas. Se registró una caída en el síndrome de burnout, hubo mejoras en salud y, lo más importante, la mayor parte de las compañías mantuvo el esquema tras el piloto debido a los resultados positivos en cuanto a productividad. En Islandia, por su parte, se experimentó con semanas laborales de 36 horas sin reducciones salariales, con lo que se presentaron mejoras consistentes en bienestar y organización del trabajo.

En 2025 se publicó un estudio más amplio —con la participación de varios países europeos— en Nature Human Behaviour, donde se encontraron mejoras en la salud mental y la satisfacción profesional, sin detrimento del desempeño en los centros de trabajo, ante los acortamientos de la semana laboral sin recortes salariales. 

La clave para lograr resultados positivos es la gestión. Un rediseño de los flujos de trabajo con menos reuniones, más procesos limpios y una mayor medición por resultados deben ser prioridades al momento de transicionar a las 40 horas en México, ya que el costo por hora aumentará al disminuir la jornada, lo que significa un incremento del 20 por ciento en la razón salario/hora. Esta diferencia no se compensa con discursos o buena voluntad, sino con estrategias de operación eficientes, abatimiento de tiempos muertos, automatización de actividades repetitivas, agendas ordenadas, rediseño de turnos y KPI de salida.

Estos últimos se refieren a los indicadores clave de rendimiento, es decir, piezas fabricadas, tickets resueltos, ventas realizadas o calidad lograda en determinado periodo. 

Imagen: Unsplash/ Jomarc Nicolai. Exigir disponibilidad prolongada a los trabajadores implica afectar a todos aquellos que tienen a su cargo el cuidado de terceros.
Imagen: Unsplash/ Jomarc Nicolai. Exigir disponibilidad prolongada a los trabajadores implica afectar a todos aquellos que tienen a su cargo el cuidado de terceros.

Los ejemplos mencionados no son producto de la magia, sino de la disciplina y la colaboración entre empresas, trabajadores y gobierno, pues el cambio no es sólo de tipo contable o cuantitativo, sino que debe incluir una transformación de la cultura laboral. Esta conversación es especialmente importante al hablar de retención de talento y de conciliación al interior de los centros de trabajo. 

Como ha mostrado la literatura económica reciente —incluyendo las investigaciones de Claudia Goldin, ganadora del Premio Nobel de Economía en 2023—, las compañías que premian la disponibilidad extensa de sus empleados suelen castigar a los que se dedican a labores de cuidados en su vida personal, ya sean madres, padres o personas responsables de atender a enfermos o adultos mayores. Pero si el nuevo estándar acota la presión de horarios interminables y favorece la flexibilidad, la empresa no sólo gana productividad, sino también lealtad de los trabajadores y justicia interna.

Desde el ángulo macroeconómico, el impacto no es trivial, pero tampoco apocalíptico. Con una transición seria y organizada los beneficios potenciales pueden incluir menor rotación de personal, lo que impactaría en menores costos de reemplazo y capacitación, así como la reducción en accidentes y errores por fatiga, compensando el incremento en costos por salarios.

A nivel nacional, alinear la jornada con estándares similares al promedio de la OCDE fortalecería la posición de México justo cuando se está presentando un cambio en el paradigma económico mundial.

TRANSICIÓN GRADUAL

¿Cómo transitar al objetivo de las 40 horas? Copiar con exactitud modelos de otras partes casi nunca ha funcionado en el país, pero sí aprender de ellos y “tropicalizarlos”. Por ejemplo, Chile adoptó una ruta de 45 horas a 44, luego pasó a 42 y planea llegar a 40 en 2028. Por su parte, Colombia fijó un cronograma de 48, 47, 46, 44 y 42 horas entre los años 2023 y 2026.

En México se puede apostar por un esquema similar de tres etapas: 44, 42 y 40 horas con plazos diferenciados para las MiPyME, apoyos de productividad y evaluaciones anuales que condicionen los siguientes pasos. Para avanzar con éxito, hay tres elementos a considerar: el primero es la certidumbre, el segundo la gradualidad y, finalmente, la claridad sobre los salarios y las horas extra.

No hay que perder de vista que el piso jurídico es esencial en este caso. La Ley Federal del Trabajo (LFT) mantiene las jornadas de tiempo completo en ocho horas diurnas, siete nocturnas y 7.5 mixtas; además, establece al menos un día de descanso por cada seis laborados y el pago de horas extra de la siguiente manera: al doble cuando son nueve o menos a la semana y al triple a partir de ese límite. Este es el punto de partida y el marco para que el Congreso discuta la reducción de la jornada laboral.

Los foros y mesas de diálogo organizados por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) para una transición gradual hacia las 40 horas debieron, en teoría, construir su hoja de ruta basados en estas restricciones legales.

Es necesario que se establezca sin rodeos ni ambigüedades que la reducción es sin merma salarial y que se debe recalibrar el umbral de horas extra, así como precisar cómo se ajustarán los tabuladores, contratos y reglamentos internos. Esto marcará la diferencia entre si la reforma pretende ser un incentivo para reorganizar las jornadas de trabajo o sólo un golpe en la facturación de las empresas por sobretiempos mal gestionados.

Imagen: Freepik. El plan para llegar a las 40 horas debe considerar un cambio gradual y el compromiso de empresarios, trabajadores
y gobierno.
Imagen: Freepik. El plan para llegar a las 40 horas debe considerar un cambio gradual y el compromiso de empresarios, trabajadores y gobierno.

Además, conviene prepararse desde ahora con simulaciones de turnos y nóminas para ir midiendo el impacto financiero según cada organización, de tal manera que con esos datos se construya una propuesta que no afecte al sector empresarial.

Lo que se pretende es cambiar las dinámicas de trabajo para que la semana de 40 horas no se limite a compactar el mismo desorden en menos tiempo. Los ensayos hechos muestran que es posible ganar en bienestar sin perder en desempeño. Si la reforma reduce la cantidad de tiempos muertos, la productividad incluso puede subir algunos puntos. Es momento de entrar en la discusión y plantear seriamente esta transformación, aunque nos lleve más de 48 horas.danerto@hotmail.com

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