Cuando el corazón del Calvete cruzó la calle
Por más de seis décadas, el restaurante del Hotel Calvete fue mucho más que un sitio para comer. Era un refugio cotidiano para abogados, notarios, políticos de antaño y adultos mayores que encontraban en sus mesas no solo café y platillos tradicionales, sino también conversación, afecto y una rutina que les daba sentido. Pero un cambio administrativo lo transformó todo, lo que parecía una remodelación terminó siendo el cierre de un capítulo entrañable en la historia de Torreón.
La decisión de la administración del Hotel Calvete de liquidar al cuerpo de meseros y a su cajera, muchos de ellos con décadas de servicio, fue el detonante de una ruptura silenciosa pero profunda. Erasmo encabezaba ese equipo que, más que servir, acompañaba. Su trato cálido, su memoria de los gustos de cada cliente y su presencia constante eran parte del alma del lugar.

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El Centro Histórico es la zona de la ciudad que debería ser la más activa, la más definitoria en actividades económicas y gubernamentales, donde se ubican los edificios más representativos, donde convergen las personas independientemente de su condición.Pero los meseros no se quedaron de brazos cruzados. En un acto de resiliencia y amor por su oficio, se organizaron y abrieron su propio restaurante a unos metros del Calvete, sobre la calle Ramón Corona, casi esquina con Hidalgo. Con la misma cocinera, el mismo equipo y el mismo espíritu, lograron lo que parecía imposible, que la clientela los siguiera sin pensarlo dos veces.

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El nuevo restaurante, aunque modesto, se convirtió en el nuevo punto de encuentro. La gente no buscaba manteles finos ni vajilla elegante; buscaba a Erasmo, a la cajera que sabía su nombre, al mesero que les servía el café justo como les gustaba. Lo que se había perdido en el Calvete, se recuperó en ese pequeño local frente al hotel.
La administración del Hotel Calvete intentó reactivar el restaurante con un nuevo equipo, pero las mesas lucían vacías, el ambiente desolado. Finalmente, se anunció el cierre del restaurante bajo el argumento de una remodelación. La nueva apuesta del hotel es transformar el espacio en un antro moderno, enfocado en atraer a una clientela joven.

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Este caso ha dejado al descubierto algo más profundo, el valor social del servicio. El vínculo entre los meseros y sus clientes fue más fuerte que cualquier estrategia comercial. Lo que se extrañaba no era solo el menú, sino la memoria compartida, el saludo diario, el “lo de siempre” que convertía al restaurante en una extensión del hogar.
La historia del restaurante del Hotel Calvete es también la historia de una ciudad que cambia, que se debate entre el progreso y la nostalgia. Y mientras el nuevo restaurante de Erasmo florece con el respaldo de quienes lo consideran parte de su vida, el antiguo Calvete permanece cerrado, esperando quizá una nueva oportunidad.
Cabe mencionar que El Siglo de Torreón buscó una entrevista durante varios días con la actual administración del Hotel Calvete para conocer su versión, sin embargo, no hubo respuesta.