EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

columnas

Diálogo

¿Destrucción o deconstrucción?

YAMIL DARWICH

Le pregunto: ¿México vive un proceso de deconstrucción o destrucción política? Para poder contestar, es menester comprender los orígenes y antecedentes de la palabra y qué define.

Jacques Derrida -1930-2004- , filósofo franco-argelino, predicó la teoría que se conoce como Deconstructivista, asociada al posestructuralismo y filosofía posmoderna.

Ernesto Laclau -1935-2014-, filósofo, teórico político y escritor postmarxista argentino, profesor investigador en la Universidad de Essex y doctor honoris causa por la Universidad de Buenos Aires, tomó el concepto para justificar la concepción del populismo político con contenido ideológico de izquierda: "socialismo que busca el principio de destruir las instituciones para reconstruirlas en forma justa y equitativa, atendiendo las necesidades del llamado ´pueblo llano´ y hacerles llegar la llamada ´justicia social´".

Para su aplicación en la filosofía política, "la deconstrucción es una metodología de análisis y desmonte de conceptos y estructuras establecidas para desnudar sus supuestos subyacentes, contradicciones e ideologías ocultas".

Esos son los pilares de la propuesta del deconstruccionismo político, que ha inspirado a los pensadores de la izquierda mexicana, intentando implantarla en México, aunque deberíamos preguntarnos: ¿realmente es deconstrucción o solo barbarie destructiva?

Sabemos de la presencia de filósofos políticos y pensadores extranjeros que se han instalado en el país con propósitos deconstructivistas, pero igual conocemos la barbaridad de algunos nacionales, asentados como operadores del proceso, politiqueros sin experiencia, desconocedores de la política y sin valores trascendentes que les impidan cometer los abusos. De los primeros, baste recordar la bestialidad declarativa de aquella pobre mujer que se atrevió a afirmar que "aromatizaría a café el universo".

La destrucción, por definición es más simple: solo acabar con los pilares que sostienen cualquier idea o construcción social.

Hagamos una revisión somera de lo que estamos viviendo desde hace siete años.

Empecemos por analizar el control de los poderes políticos del país:

El Ejecutivo, tomando el sistema federal, estatal y municipal, sometidos, como nunca al líder -oculto o no- que toma decisiones y que acatan sumisos gobernadores o presidentes municipales. El dictador dicta y los demás obedecen.

El Poder Legislativo, con mayoría abrumadora, que impone la voluntad presidencial -sin planes o proyectos definidos- a las minorías. No es raro el caso de la burla a la indefensión de los diputados y senadores de oposición, sometidos por mayoría de votos.

El Poder Judicial: jueces y magistrados nombrados por voluntad del líder político, en una "elección popular", burlesca y despreciada por los ciudadanos; candidatos señalados previamente en boletas electorales. Los infames acordeones.

Aún más: el poder de la fuerza militar, desprestigiándose, con múltiples acusaciones de corrupción y lanzada a las calles sin entrenamiento para dar atención adecuada a la sociedad civil. En descaro, se le encomiendan funciones que ningún otro ejército del mundo tiene; desde construir vías férreas hasta instalaciones petroleras.

Para lograr el control absoluto, es menester controlar a la educación; para efectos, se destruye el sistema educativo existente y se imponen ideologías políticas de izquierda a través de libros de textos que agreden a la tradicional cultura nacional. Sobre los maestros: no importa su capacitación o evaluación, solo su control.

Cambiar la mentalidad -principios morales y éticos- de menores, es invertir adoctrinando a niños para formar futuros aliados aturdidos.

Tomar el poder de la educación superior inicia con el control del liderazgo educativo de las instituciones nacionales; ahí radica la importancia de atacarla y tratar de tomar el poder en la UNAM.

No importa la calidad educativa, de hecho estorba; solo importa el control de lo que se inculca en temas de política y su aplicación en la vida profesional/social.

Otro cabo suelto es la religión. México, es abrumadoramente cristiano y los principio y creencias religiosas permiten a la Iglesia cohesión social con los religados, algo extremadamente peligroso para dejarla sin control, de ahí la insistente agresión de los "jilguerillos de partido".

No buscan atacar la libertad de creencias, solo el posible aglutinamiento contra el estado. Recuerde la Guerra Cristera.

A las ONG habrá que eliminarlas o bloquearlas; También a empresarios que pretendan protestar. En contraparte, crear un aparato de comunicación que siga las viejas reglas de Goebbels: "De tanto repetir mentiras, éstas se transforman en verdad". ¿Entiende la importancia de "las mañaneras"?

Al periodismo: moverlo al lado de sus intereses, apoyados en la compra de espacios y, a los opositores, negarles publicidad e imponerles una fiscalización estrecha en declaraciones de ingresos/egresos.

Un buen aliado es el comunicador digital que se compra con permisividad y libertinaje en sus publicaciones, aunque agredan a los principios sociales. Sus "granjas" son contrapesos importantes que desvirtúan opinión de verdad.

El pueblo en general: entregarle "pan y circo", con espectáculos gratuitos y chismorreo que denigra y ofende; mantenerlo engañado y conformado con dinero de plástico que no alcanza a disminuír su pobreza.

¿Vivimos una deconstrucción o destrucción?

ydarwich@ual.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Diálogo Columnas editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2432308

elsiglo.mx