Imagen: Jarritos Mexican Soda
Cada año hay una nostalgia muy particular en los panteones mexicanos a pesar del alboroto de los primeros días de noviembre: elaroma del cempasúchil y el copal se mezclan con el recuerdo y las ausencias.
Durante siglos, el Día de Muertos ha sido, por decir lo menos, un diálogo sagrado entre las familias y sus fieles difuntos, pero también un acto de resistencia cultural que ha convertido el luto en una celebración de identidad nacional. Sin embargo, en los últimos años, ese ritual nostálgico se ha transformado en un estruendo multitudinario.
Lo que anteriormente se vivía en el recogimiento del hogar y los cementerios locales, actualmente se presenta como desfiles por avenidas principales, películas de Hollywood, videos virales que monetizan en redes sociales transgrediendo la intimidad y lareflexión; es decir, el Día de Muertos ha pasado, de manera rápida e irreversible, de ser una tradición cultural a una franquicia de millones de dólares, lo que nos plantea una pregunta: ¿Estamos preservando un patrimonio o envasándolo para su consumo global?
La declaración de la fiesta del 2 de noviembre como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco en 2008 no sólo fue un reconocimiento, sino un catalizador que pronto puso la mirada del mundo en la festividad. Quién no recuerdael desfile de la película de James Bond, Spectre (2015), que tuvo una influencia tan poderosa que la Ciudad de México decidió hacerlo realidad a partir de 2016. Otro ejemplo es Coco (2017), de Disney, que además de ganar un Oscar envasó la cosmovisión mexicana de la muerte en un relato mundial, llevando altares a todos los rincones del planeta.

DERRAMA ECONÓMICA
La transformación es innegable y los números claros: el reconocimiento global del Día de Muertos ha encendido la mecha de un boom financiero sin precedentes, y es que de acuerdo a estimaciones de la Secretaría de Turismo, la derrama económica superólos 41 mil millones de pesos durante la semana de celebraciones de 2023. Para 2024, la cifra superaba los 45 mil millones, lo que representa un incremento del 10 por ciento interanual, muy por encima del crecimiento económico nacional.
Detrás de estas cantidades hay una movilización masiva de visitantes locales y extranjeros que llenan lugares como Oaxaca, Pátzcuaro o la Ciudad de México, donde la ocupación hotelera puede superar el 80 por ciento entre finales de octubre y principios de noviembre. Por ejemplo, el desfile de la capital del país reunió el año pasado cerca de 1.3 millones de espectadores y tuvo una participación de más de seis mil artistas.
A simple vista pareciera que el Día de Muertos se ha convertido en un éxito rotundo y en motor de desarrollo para aquellas zonas que han “modernizado” esta tradición, en torno a la cual se ha creado una “marca” nacional que dinamiza sectores que van desdela hotelería y la gastronomía hasta el transporte y el comercio minorista. Sin embargo, tras el brillo de las flores, las catrinas y las danzas, se presentan también otras interrogantes: ¿Quiénes son los verdaderos beneficiarios de esta fiesta? ¿Qué se gana y qué sepierde cuando la cultura se vuelve mercancía?

UNA “MARCA” MEXICANA
Junto con el auge turístico, el Día de Muertos ha pasado a ser una herramienta publicitaria para que el gobierno promocione en el extranjero una imagen de México mística y festiva. Y ahí donde el Estado marca el camino, el sector privado crea sus marcas:cervezas con aroma a cempasúchil, chiles con el eslogan “El sabor nunca muere” o frituras que producen cortometrajes en torno a ofrendas familiares son ejemplos claros de cómo el ritual se está volviendo una experiencia de consumo.
De acuerdo a Axel Elías, antropólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se podría estar frente a “síntomas de una comercialización de la cultura”. El investigador resalta que el peligro está en que la esencia espiritual y comunitaria de la fiesta podría quedar sepultada bajo la mercadotecnia, que lo mismo se encuentra en la taza de una franquicia de cafeterías o en el calzado deportivo de algún atleta superestrella. Se pueden vender miles de productos, generar ganancias, pero se pierde el significado de la celebración.
Uno de los pilares del Día de Muertos son las artesanías, como las calaveritas de azúcar, el papel picado, las velas decoradas o las catrinas de barro. Estos pequeños negocios reportan incrementos superiores al 100 por ciento en exportaciones alrededor del 2 de noviembre, e incluso la temporada de derrama económica se ha extendido en el contexto del mercado interno, haciendo que panaderos y alfareros vean aumentos notables en sus ventas. Pero este panorama contrasta con la invasión de productos importados desde otros países, principalmente de China. Se trata de artículos generados en serie y vendidos a precios muy bajosque representan una competencia desleal para los artesanos locales. ¿Cómo podría competir una calavera de barro pintada a mano que cuesta 200 pesos con una imitación de cerámica de 50 pesos?

LO SAGRADO CON CÓDIGO DE BARRAS
Quizá la consecuencia más clara de esta masificación es la saturación de los espacios sagrados. Muchos pueblos, que durante décadas guardaron sus tradiciones con recogimiento, se ven ahora invadidos por oleadas de turistas que pisotean tumbas sin la menor consideración con tal de tomarse la mejor selfie posible. Lugares como la isla de Janitzio, en Michoacán, donde un traslado pintoresco en lancha por el lago de Pátzcuaro se ha convertido en una odisea de horas de espera para más de 15 mil personas que colapsan la infraestructura de este sitio y donde, además, la esencia espiritual se pierde en medio del ruido y el alcohol.
Este turismo definitivamente trae de vuelta a los fantasmas de la gentrificación cultural. En Oaxaca, los tours en inglés por los panteones se venden a precio de quien gana en dólares, mientras que las lenguas indígenas o el español son desplazados por el idioma del negocio. Los costos de hospedaje y restaurantes también se disparan, haciendo que los ciudadanos locales terminenexcluidos de sus propias celebraciones.
La transformación del Día de Muertos es un reflejo de nuestros tiempos, donde todo puede ser mercantilizado, incluso la muerte. No podemos negar los beneficios, como tener una tradición más visible que nunca, la generación de empleo y el fortalecimiento del orgullo nacional, pero la cuenta de cobro es igualmente real.
El desafío es encontrar un equilibrio sostenible, que permita invertir en las comunidades anfitrionas y proteger a los artesanos de la competencia desleal. Se debe impulsar el turismo responsable que eduque a los visitantes acerca del respeto.
Es necesario transmitir, desde las familias y la escuela, el significado profundo de la ofrenda, que no es simplemente una bonita decoración, sino un acto de amor y memoria, así como la visita al camposanto no es un recorrido turístico para amenizar con banda, sino una conversación íntima con los que se fueron.
La “franquicia” del Día de Muertos es una herramienta poderosa, pero no puede consumir a la celebraciónque la sustenta. La verdadera ganancia no se mide en millones de pesos, sino en la capacidad de que la tradición permanezca viva en el futuro. Después de todo, la creencia central de esta fecha es que mientras haya alguien que nos recuerde, seguiremos vivos. Más allá de las selfies y las transacciones comerciales, la ofrenda debe seguir sin precio, pero con un valor eterno.
danerto@hotmail.com