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En el mundo clínico, el término neurodivergencia se refiere a aquellas formas de funcionamiento neurológico que se apartan de lo que se considera “neurotípico”. No implica una patología en sí misma, sino una variación en el procesamiento cognitivo, sensorial, emocional y/o conductual. Desde una perspectiva basada en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su quinta edición (DSM-5), algunas condiciones que suelen agruparse bajo el paraguas de la neurodivergencia incluyen el trastorno del espectro autista (TEA), el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA/H), el trastorno específico del aprendizaje e incluso el síndrome de Tourette.
Estos comparten, en distintos grados, desafíos en la regulación emocional, la interacción social, la atención, la flexibilidad cognitiva y la integración sensorial. Pero también implican fortalezas únicas, como la hiperfocalización, la creatividad, la sensibilidad empática o el pensamiento divergente.
Otra característica común en varios trastornos del neurodesarrollo es la presencia de movimientos estereotipados, también conocidos como stimming (vocablo que proviene del término anglosajón selfstimulatory behavior, que se traduce como (conducta autoestimulante). El DSM-5 describe estos comportamientos como acciones motoras repetitivas, ritualizadas o aparentemente no funcionales. Esto incluye, por ejemplo, aleteo de manos, balanceo del cuerpo, golpeteo de objetos o repetición de sonidos.
Aunque tradicionalmente se han asociado al trastorno del espectro autista, también pueden observarse en personas con TDAH, discapacidad intelectual, síndrome de Tourette y otros cuadros clínicos.
SU FUNCIÓN
Lejos de ser simples “manías”, los movimientos estereotipados cumplen una función reguladora: permiten a la persona modular su nivel de activación, procesar estímulos sensoriales intensos o expresar estados emocionales. En este sentido, más que unsíntoma a eliminar, se trata de una herramienta adaptativa que merece comprensión y respeto.
Desde una perspectiva neurocientífica, estas conductas se han vinculado con alteraciones en la modulación sensorial y emocional, así como en el funcionamiento de los circuitos dopaminérgicos. Diversas investigaciones sugieren que podrían surgir como respuesta a una hiper o hiporreactividad del sistema nervioso central, especialmente en regiones como los ganglios basales, el cerebelo y la corteza prefrontal, que están implicados en el control motor y la inhibición conductual.
En personas con autismo, por ejemplo, el stimming puede compensar una sobrecarga sensorial o una dificultad para procesar múltiples estímulos simultáneos. En otros casos, como el TDAH, refleja la necesidad de mantener el nivel óptimo de activaciónfísica y sensorial. Aunque aún se estudian sus mecanismos exactos, lo que parece claro es que no son actos aleatorios nicaprichosos: son intentos del sistema nervioso por autorregularse frente a un entorno que, muchas veces, resulta abrumador.

TIPOS
Cabe aclarar que el stimming, también conocido como estereotipia, no se refiere únicamente a movimientos repetitivos, sino también a los sonidos o gestos que una persona realiza para mantener su estado interno en equilibrio. Algunos tipos de comportamientosde autoestimulación incluyen:
Visuales. Mirar fijamente objetos que giran, luces parpadeantes, patrones en movimiento, etcétera.
Auditivos y vocales. Tararear, silbar, repetir sonidos o frases, o escuchar la misma canción una y otra vez.
Táctiles. Frotar superficies y tocar objetos con texturas específicas.
Vestibulares. Son aquellos enfocados en estimular la parte interna del oído encargada del balance y la orientación espacial. Entre ellos se encuentran balancearse de un lado a otro rítmicamente, girar en círculos, saltar, columpiarse o caminar ida y vuelta (repitiendo varias veces el mismo trayecto).
Propioceptivos. Se caracterizan por estimular los músculos y articulaciones. Incluye acciones como apretar las manos o ejercer presión en algunas partes del cuerpo, aplaudir, masticar, caminar en las puntas de los pies, levantar peso u otra actividad que ayude a tener una mayor percepción del cuerpo.
Aunque el stimming puede observarse en personas neurotípicas —como morderse las uñas o mover el pie—, en las neurodivergentes cumple una función mucho más profunda: es una forma de calmar la ansiedad, procesar entornos abrumadores o expresar emociones que no encuentran salida verbal.

PREJUICIOS Y SENSIBILIZACIÓN
En contextos escolares, laborales o familiares, estas conductas suelen etiquetarse como “extrañas”, “inapropiadas” o “molestas”. Esto se debe a determinadas normas sociales rígidas sobre el cuerpo y la expresión emocional, así como al desconocimientoclínico sobre las funciones de las estereotipias. Además, mucha gente suele mostrarse incómoda ante dichos comportamientos porque los relaciona con los estigmas asociados al autismo y otras neurodivergencias. Son prejuicios que nacen de un miedo alo diferente, especialmente cuando no se comprende.
El temor a ser juzgadas puede llevar a que las personas neurodivergentes repriman sus mecanismos de autorregulación, incrementando así su malestar emocional y la sobrecarga sensorial.
Acompañar a un individuo neurodivergente implica aprender a observar sin corregir, a preguntar sin invadir y a validar sin patologizar. Las estereotipias no necesitan ser eliminadas, sino comprendidas. En contextos escolares o familiares, permitir que alguien se balancee, repita sonidos o juegue con texturas puede ser la diferencia entre hacerlo sentir seguro o hacerlo sentir roto. La clave está en el respeto, la información y la empatía.
El paradigma de la neurodiversidad nos invita a dejar de ver las diferencias neurológicas como fallas que deben corregirse, y empezar a percibirlas como formas legítimas de estar en el mundo. Reconocer el stimming como una herramienta de regulación esun paso hacia la inclusión y hacia una sociedad más justa, donde la diversidad no se tolera: se celebra.

No obstante, si los comportamientos de autoestimulación interfieren significativamente con la vida cotidiana, generan daño físico o emocional, o están acompañados de otros signos de malestar profundo, es indispensable consultar con un profesional de la saludmental. No para “corregir”, sino para comprender y acompañar desde un enfoque respetuoso y funcional.
La invitación es clara: informarse, observar sin juicio y, sobre todo, consultar con profesionales capacitados. Un diagnóstico adecuado y una intervención respetuosa pueden marcar la diferencia entre la represión y la autonomía.
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