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LA COLUMNA DEL PERRO

LA FELICIDAD

Al llegar a la casa, el primero que me recibe, aun sin verme, es mi perro, y lo hace con un amplio repertorio de ladridos y chillidos que no cesa hasta que lo saludo. Al ver tal comportamiento, no puedo menos que pensar que una vida sencilla nos lleva a un disfrute pleno de ésta, pues nuestro perro es feliz, o lo hace feliz nuestra sola presencia, una simple caricia, unas cuantas palabras de nuestra parte, sólo un poco de nuestro tiempo, pues no requiere de nada más para estar bien y de buenas.

Ni qué decir cuando salimos a jugar con él, pues corre, ladra y mueve su cola sin ton ni son, efectuando sus mejores brincos y cabriolas, todo esto para demostrarnos que es feliz y que vive intensamente el momento que está con nosotros.

La diferencia entre un ser humano y un perro, en cuanto a cómo vemos y tomamos la vida y sus momentos irrepetibles, es abismal. Nosotros tendemos a pensar que el solo hecho de acumular bienes o poder nos dará una felicidad permanente y equilibrada.

Cuando deberíamos, como los perros, vivir cada día con una intensidad tal como si fuera el último… Además, al igual que ellos, deberíamos entender que la felicidad es en ratitos y, cuando ésta llega, debemos demostrarla, disfrutarla y compartirla. También debemos buscar, al igual que los perros, la felicidad en las cosas que vivimos a diario, como son un juego, el saludo de un ser querido, la hora de la comida, un simple paseo o aun el solo hecho de contemplar y vivir un nuevo amanecer.

Las personas tendemos a querer algo y estamos emocionados mientras lo conseguimos, y una vez que lo obtenemos, nos hace feliz sólo unos momentos o unos días, para después preocuparnos u obsesionarnos porque lo podemos perder.

No somos como los perros, que viven un día a la vez disfrutando de todo, sin preocuparse por el mañana, mientras que a nosotros parece que nos tiene que pasar un evento fuerte y desagradable que ponga todo lo que somos y tenemos en riesgo para cambiar; es decir, que la vida nos cimbre al grado tal de hacernos ver que no vivimos, sino que sólo vamos por la vida sobreviviendo y esperando no sé qué para empezar a vivir.

Por eso, cuando veo a mi perro ser feliz aparentemente por nada o por muy poco, ya no estoy tan seguro sobre quién está arriba en la escala evolutiva: si él o yo.

Y ahora, para terminar, una gota de filosofía:

¿Qué es mejor? ¿Tener el reloj… o tener el tiempo?

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