Tras las dos últimas cumbres de los BRICS celebradas en Kazán, en octubre pasado y en Río de Janeiro, apenas en julio; luego de las conversaciones entre Putin y Trump en Alaska hace 15 días, y del subsiguiente encuentro de los líderes europeos con el presidente estadounidense en Washington para respaldar a Zelensky, y después de la reunión más importante de los líderes de los países miembros de la Organización para la Cooperación de Shanghái, celebrada antier en Tianjin, en China, continúa extendiéndose la percepción de que el mundo atraviesa por uno de esos momentos axiales donde se conjugan de manera crítica la política, la economía, la geografía y la historia. Sobre la importante reunión de la OCS volveremos en una próxima columna
Las relaciones económicas y comerciales, los acuerdos políticos, las fronteras, las alianzas militares, los conflictos, las guerras, las normas básicas de convivencia entre las naciones más poderosas del orbe están cambiando. La economía global, las relaciones de poder, los principios de defensa colectiva, las garantías de seguridad, la gobernabilidad y sustentabilidad, están modificándose en forma vertiginosa e incierta.
El mismo día en que los 32 jefes militares de la Organización del Atlántico del Norte, la OTAN, discutían por videoconferencia las posibles garantías de seguridad para Ucrania y los países vecinos, incluyendo un eventual despliegue de tropas y protección aérea, el experimentado ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, advirtió que sin los preparativos necesarios, si elevar el nivel de los jefes negociadores, si las negociaciones no descansan en tres grupos de expertos que examinen, por separado, los aspectos políticos, militares y humanitarios, una próxima reunión cumbre directa entre Putin y Zelensky simplemente es inviable y no ocurrirá pronto.
Mientras Ucrania insiste en que primero debe acordarse un alto al fuego y los aliados europeos declaran estar unidos para apoyar una paz justa, creíble y duradera, en los últimos veinte días los combates terrestres y ataques con misiles y drones se han intensificado notablemente, en anticipo de las gestiones diplomáticas y del invierno próximo. Aunque Rusia sigue manteniendo la iniciativa militar ha sufrido duros golpes contra su sector energético. Más de 12 refinerías, depósitos de petróleo y emplazamientos militares e industriales han sido atacados. Ucrania ha conseguido interrumpir el 17% de la capacidad total de refinación de Rusia.
Estos ataques han generado escasez de combustibles, reducido significativamente las exportaciones rusas, debilitando la principal fuente de obtención de divisas y uno de los pilares de la economía de guerra. A pesar de los riesgos, también han proseguido los ataques aéreos contra instalaciones de energía nuclear en los dos países en guerra. La última ofensiva rusa utilizó cientos de drones causando cientos de bajas civiles en Kiev y en otras ciudades, lejanas de los frentes de batalla.
Estados Unidos sigue empeñado en asegurar la venta de armas para la defensa de Ucrania, obligando a los europeos a pagarlas, mientras Trump, además de imponer aranceles, sigue viendo cómo obtener negocios personales, con la mira puesta tanto en el Ártico como en sostener la rivalidad con China. Por su parte Rusia intensifica sus acciones orientadas a un ambicioso proyecto imperialista en Eurasia, como por ejemplo para que Moldavia quede en su zona de influencia. Putin continúa ganando tiempo al mover sus fichas en el tablero geopolítico, sin cejar un ápice en su papel protagónico, en retener los territorios conquistados, con miras a su posible anexión, ampliando sus alianzas con China, India, Irán y Corea del Norte.
Por otra parte, según datos recientes del Tesoro de Estados Unidos, los BRICS, empezando por sus integrantes históricos: Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica, junto con nuevos miembros como Emiratos Árabes Unidos e Indonesia tienen 14.7 dólares de cada 100 dólares de la deuda estadounidense en manos de extranjeros. En el transcurso del último año esos países han vendido 51 mil 340 millones de dólares buscando alternativas para desvincular parcialmente sus economías del dólar y sobre todo su comercio. Eso significa que el 40% de la producción y la cuarta parte de los intercambios de mercancías en el mundo están buscando distanciarse del predominio de la moneda estadounidense, la cual sigue usándose en el 80% del comercio global.
Sin embargo, a pesar de un posible descalabro económico no descartable, Trump está enfrascado en imponer una agenda represiva y autoritaria hacia adentro, como puede constatarse en la ocupación militar de Los Ángeles y Washington DC para proceder a hacer más deportaciones de migrantes, reprimir protestas e intimidar a los demócratas, militarizando la frontera sur. De ahí las exigencias y las políticas agresivas contra México, al enlistarlo entre los países adversarios, junto con China y Rusia, habiendo reclasificado a los carteles de narcotraficantes mexicanos como organizaciones terroristas. Con ello se pretende justificar y autorizar una eventual intervención en un país como Venezuela con el cual no está en guerra. Ciertamente ni Rusia, China o Irán se interpondrán en defensa de Nicolás Maduro y su régimen, como no lo harán si los amagos estadounidenses se enfilan contra Cuba y Nicaragua.
El gobierno de México debe prestar muchísima atención a las recientes advertencias del Jefe del Comando Sur. Según el: "China continúa proyectando su poder en la región, sigue extrayendo recursos y estableciendo infraestructura de doble uso, desde puertos hasta el espacio, por lo que podría interrumpir el comercio y controlar las vías interoceánicas, desafiando la soberanía de las naciones sudamericanas, incluso la neutralidad de la Antártida".
@JAlvarezFuentes