El mundo camina hacia una multipolaridad marcada por la lógica del más fuerte. Los últimos acontecimientos en Eurasia y América son botones de muestra de ello.
Estados Unidos envió a Rusia y Ucrania una propuesta de "plan de paz" para poner freno a la guerra en Europa del Este. El plan consta de 28 puntos que, en conjunto, significan la rendición tácita de Kiev. Entre los planteamientos destacan que Ucrania pierde de facto una quinta parte de su territorio, limita las capacidades de su ejército y renuncia a integrarse a la OTAN. Rusia, por su parte, se compromete a no volver a atacar a Ucrania a cambio de lo ya mencionado, además del restablecimiento pleno internacional, político y económico, y del levantamiento de las sanciones occidentales. Estados Unidos asume la facultad de dirigir la reconstrucción de Ucrania y la inversión de la que obtendrá beneficios. Washington ha dado a Kiev una semana para responder si acepta o no el plan.
Mientras tanto, los ataques y avances rusos continúan y Ucrania se enfrenta a la perspectiva de un invierno muy difícil. La Unión Europea, que no ha sido considerada en la redacción del plan, observa con pasmo la propuesta e intenta cerrar filas bajo la idea de que "una paz sin Ucrania ni Europa en la mesa" no es paz. ¿Sostendrá esta postura? ¿Qué harán los países europeos si Kiev rechaza la propuesta y Estados Unidos suspende la ayuda a Ucrania? Trump ya dijo que está abierto a cambios, la pregunta es ¿a cuáles está abierto él y a cuáles Putin?
Vayamos a Oriente Medio. El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una resolución por 13 votos a favor y las abstenciones de China y Rusia para respaldar el plan del presidente estadounidense Donald Trump en Gaza. Aunque con creciente respaldo internacional, dicho plan enfrenta serios problemas para su ejecución en el terreno. Por un lado, Hamás, que como partido gobierna Gaza, ha rechazado la resolución que contempla su rendición como fuerza beligerante y su salida del gobierno. Por otro lado, las acciones hostiles de Israel continúan tanto en Gaza como en Cisjordania. Más de 120 palestinos han sido asesinados desde que entró en vigor la tregua para el desarrollo del plan de Trump, que busca más la ocupación internacional de la franja con fines económicos y la legitimación del régimen de Benjamin Netanyahu en Israel, que una paz justa para que los palestinos puedan consolidar su Estado.
Mientras el presidente Donald Trump busca imponer su "paz" en Oriente Medio y Europa del Este, y vive una tormenta política interna por el caso del extinto traficante sexual de menores Jeffrey Epstein, la presión de Estados Unidos sobre Venezuela va en aumento. Washington ha puesto en marcha la Operación "Lanza del Sur", una nueva fase de, según la retórica trumpista, su combate frontal contra el narcoterrorismo. Al despliegue, que incluye una docena de buques de guerra, varias decenas de aviones y unos diez mil efectivos, se ha sumado en los últimos días el portaaviones USS Gerald Ford, el más avanzado de la flota estadounidense. Todo para seguir hundiendo lanchas con presuntos narcotraficantes a bordo. Además, el secretario de Estado, Marco Rubio, ha dicho que Estados Unidos declarará al Cártel de los Soles como grupo terrorista. Según Washington, la cabeza de dicho cártel es el presidente venezolano Nicolás Maduro.
Dadas las condiciones de las lanchas hundidas, el despliegue parece desproporcionado. Estados Unidos ha militarizado el Caribe. La pregunta es ¿para qué? ¿Cortar el flujo de drogas a Estados Unidos? La mayor parte del tráfico por mar ocurre a través del Pacífico. ¿Para invadir Venezuela? Tendría un alto costo y repercusiones difíciles de predecir. ¿Forzar un cambio de régimen? Para ello se necesita a la cúpula militar venezolana, que no ha dado visos de romper con Maduro, hasta ahora. ¿Para atacar a Venezuela y obligar a Maduro a negociar? Parece ser la ruta más viable para Washington.
Veamos el aumento de la presión desde otra óptica. En los últimos años Venezuela se ha acercado a China en busca de apoyo económico, como lo ha hecho con Rusia en busca de respaldo militar. El intercambio comercial entre Pekín y Caracas creció alrededor de 25 % entre 2022 y 2024. Y entre septiembre de 2024 y septiembre de 2026 China duplicó sus importaciones desde Venezuela. Es muy probable que el comercio entre ambos países se incremente aún más en los próximos años con la nueva ruta marítima anunciada hace unos días. El buque carguero De Xin Yi Da cubrirá el trayecto desde el puerto de Tianjin hasta Puerto Cabello en menos de la mitad del tiempo que se lleva actualmente. El barco chino evitará los trasbordos en Estados Unidos, México y Panamá para acortar distancia y tiempo. Por si fuera poco, Caracas y Pekín acaban de firmar un acuerdo de libre comercio que suspende los aranceles en al menos 400 categorías de productos. Creo que, sabido lo anterior, vale la pregunta: ¿es la creciente presencia China en Sudamérica el objetivo de trasfondo del despliegue coercitivo estadounidense?
En el caso de México, la retórica de intervención en territorio nacional por parte de fuerzas estadounidenses ha sido reactivada por Donald Trump y su círculo cercano. Es, sin duda, una carta de presión que Washington juega para negociar desde una posición de fuerza con México a la par de que activa la movilización de sus partidarios antimexicanos dentro de Estados Unidos, y antimorenistas en México. Porque, hay que decirlo, Trump también tiene simpatizantes en nuestro país.
Es por lo menos curioso que el presidente de la potencia americana busque la "paz" en Eurasia, mientras despliega sus fuerzas en el Caribe y el Pacífico. Y más curioso es que enarbole la bandera contra el terrorismo cuando recibe con honores en la Casa Blanca a Ahmed al-Charaa, alias Abu Mohamed al-Golani, señalado por el propio gobierno estadounidense como fundador de la organización terrorista Al-Nusra; hoy es presidente de Siria con el aval de Washington. Los acontecimientos descritos en Europa del Este, Oriente Medio y América apuntan hacia una tendencia: la lógica de los personajes duros se impone en la política internacional. Aunque ni Netanyahu ni Putin han podido cumplir sus objetivos máximos por la vía militar, un tercer personaje duro, Trump, viene a darles un respaldo político disfrazado de plan mientras impone su interés geoeconómico en ambos frentes. De la misma manera, busca imponer su visión geopolítica en América.
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