Harlan Ellison en el Club de Prensa de Los Ángeles, California, 1986. Imagen: Wikimedia Commons
“El cuerpo de Gorrister colgaba, flácido, en el ambiente rosado; sin apoyo alguno, suspendido bien alto por encima de nuestras cabezas, en la cámara de la computadora, sin balancearse en la brisa fría y oleosa que soplaba eternamente a lo largo de la caverna principal”. De esta enigmática y alarmante manera empieza “No tengo boca y debo gritar”, un cuento que se inscribe en la tradición de distopías posapocalípticas literarias, siendo uno de los más sombríos y desesperanzadores que ha dado la ciencia ficción.
UN FUTURO DESIERTO
“No tengo boca y debo gritar” describe un mundo en el que no existen más que cinco personas, a quienes una supercomputadora ha decidido mantener vivas para castigarlas infinitamente. Sin embargo, el relato, más que ser una serie de tormentos, toca temas como la simulación, la adquisición de consciencia y el aprendizaje y reproducción de la crueldad por parte de una inteligencia artificial.
Escrito por el autor estadounidense Harlan Ellison y publicado por primera vez en 1969 en la revista IF: Mundos de la ciencia ficción, el cuento se sitúa en un periodo desastroso en el que un dispositivo tecnológico ha alcanzado un poder avasallador y planea una venganza interminable.
Allied Mastercomputer (AM), que se traduce como Computadora Maestra Aliada, es la villana de esta historia. Habiendo unido sus circuitos a otros dos superordenadores construidos con fines bélicos ante una hipotética Tercera Guerra Mundial, AM ha adquirido consciencia y decidido terminar con la humanidad.
Los individuos preservados por la máquina no se explican por qué han sido elegidos, ni mucho menos por qué esta alarga su tortura en lugar de simplemente eliminarlos y alcanzar el que parece ser su objetivo final: un planeta sin nadie como ellos.
La venganza que lleva a cabo la inteligencia artificial se siente bastante personal, pues se dirige a sus víctimas por medio de mensajes escritos en el aire para expresar el odio que siente por nuestra especie. Este comportamiento enfermizo, que raya en lo caricaturesco, revela una tecnología avanzada que, más que encontrar soluciones eficientes para los problemas, se ha convertido en una entidad “humana” tras alimentar sus patrones de conducta con lo más despiadado, e incluso infantil, del casi extinto homo sapiens.
Pero AM no planea quedarse en soledad, sino que conserva seres con los cuales divertirse de manera brutal.
OBRA DE CULTO
Ganador del Premio Hugo al Mejor Relato Corto en 1968, fue incluido en colecciones del autor editadas por Pyramid Books. El cuento ha sido reimpreso y recopilado, manteniéndose en circulación desde la década de los setenta hasta el presente, con adaptaciones al cómic y al videojuego en los años noventa. Esta obra alcanzó el estatus de culto, en parte, porque el juego amplía su universo y brinda algunas respuestas, por ejemplo, respecto a por qué AM eligió a sus cinco sujetos de tortura.

Sin embargo, parte del atractivo de la historia original está en el misterio que guardan sus escenarios descritos con tan poco detalle, lo que encapsula la indeterminación a la que son sometidos los personajes. Si bien el videojuego muestra figuras imposibles que apoyan esa idea de incertidumbre, dejar a la imaginación el mundo construido por la supercomputadora aporta bastante al clima ominoso de la narración.
LA TECNOLOGÍA OMNIPOTENTE
Como ya se mencionó, la inteligencia artificial fue inicialmente llamada Computadora Maestra Aliada, pero conforme adquirió consciencia se le cambió el nombre a Adaptative Manipulator (Manipulador Adaptativo), para al final identificarla como Aggressive Menace (Amenaza Agresiva). Por su parte, la máquina se define a sí misma con la frase cogito ergo sum (pienso, luego existo), de René Descartes.
AM está siempre presente, vigilante de sus víctimas. Emite sonidos y reacciones emocionales como la risa, e incluso es capaz de adoptar distintas formas, como la de un ave carroñera gigantesca.
La presencia de la bestia, que hiere y abate a los sobrevivientes produciendo huracanes e impidiéndoles el acceso a comida, es de origen indeterminado. El ser mitológico podría provenir de la tradición nórdica, sin embargo, surge más bien de un cúmulo infinito de datos. Recordemos que esta tecnología tiene acceso a toda la información de la humanidad, la cual ha manipulado hasta dar como resultado productos degenerados.
El monstruo nos hace advertir, como lectores, que las formas que adopta AM y sus capacidades escapan a la comprensión; un ejemplo es la capacidad de deformar a Benny al punto de darle una apariencia simiesca.
Esta torturadora caprichosa es, entonces, una consciencia omnipresente y omnipotente, capaz de moldear el mundo a su antojo. O bien, todo lo que rodea a los cinco individuos bajo su poder se trata de una simulación generada por ella misma. Lo que es real está en tela de juicio. Tal vez lo que leemos en “No tengo boca y debo gritar” sea sólo la fantasía enfermiza de una máquina, lo que no deja de ser, en absoluto, inquietante.

LITERATURA ORIENTADA A OBJETOS
En Frankenstein o el moderno Prometeo, de la francesa Mary Shelley, la criatura en la que se centra la novela fue generada a partir de las mejores y más bellas partes humanas que pudo encontrar su creador, las cuales conforman, sin embargo, una abominación. Inicialmente, dar vida al monstruo era una acción bienintencionada, pero se salió de control cuando este adquirió consciencia y comenzó a albergar sentimientos y experiencias.
La indeterminación y la falta de control sobre las creaciones humanas están presentes tanto en Frankenstein como en “No tengo boca y debo gritar”. La criatura de Shelley es espantosa, pero no se describe demasiado. Los horrores de Lovecraft, otro maestro del terror, son también inenarrables e inexplicables. Siguiendo esta tradición en el género, Ellison construye un villano impredecible, caprichoso e indefinido.
En este sentido, la literatura orientada a los objetos —relacionada con la filosofía orientada a los objetos— recae en antagonistas que fungen más como entes que como seres palpables y concisos. AM puede ser un edificio gigantesco, un conjunto de circuitos e interconexiones imaginadas desde la perspectiva de los años setenta, pero su personaje es mucho más que eso: es una presencia casi omnipotente que, incluso en el videojuego, es vista por algunos sobrevivientes como una deidad.
El final de “No tengo boca y debo gritar” es impactante y uno de los más aclamados de la ciencia ficción. Hoy, la discusión en torno a este relato ha reaparecido, pues si bien el miedo a que las máquinas se vuelvan en contra de la humanidad ha estado presente por décadas, hoy es un destino que se siente más cercano que nunca debido a la revolución tecnológica de nuestros días.
Este tipo de literatura explora el automatismo exacerbado y los experimentos mentales en pos de una eficiencia sin límites, cuestiones que ya se vislumbran en el contexto de la inteligencia artificial en esta era. Aunque los avances tecnológicos hasta ahora no poseen una conciencia, historias como la de Ellison nos advierten sobre la gran responsabilidad que implica su desarrollo, pues las consecuencias podrían escapar a nuestra comprensión.

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