DE LAS RAÍCES DE NUESTRA CULTURA
Del pensamiento de tres emblemáticos escritores, (Octavio Paz: El Laberinto de la Soledad; Samuel Ramos: El perfil del hombre y la cultura en México; Miguel León Portilla: La Visión de los Vencidos) que es posible asumir son representantes de la literatura mexicana, se deduce de manera clara el interés que los mexicanos tenemos en el conocimiento de las raíces de nuestra Nación. No obstante, para ahondar en tales orígenes, requerimos de una interpretación inequívoca de los monumentos históricos que poseemos acerca de los aborígenes de México.
Los estudios antropológicos concuerdan en ubicar en el Anáhuac tres civilizaciones históricas: la teotihuacana, la tolteca y la de las siete tribus nahuatlacas; y otras tres en Yucatán y vecinos centroamericanos: los mayas, los itzaes y los quichés; además está la civilización mixteco-zapoteca, localizada en el Estado de Oaxaca.
El profesor Raymundo Guerrero Guerrero de la Universidad Autónoma de Guadalajara tiene un interesante trabajo sobre el tema que abordamos en este Panorama y en el cual se basan las consideraciones pertinentes aquí enunciadas. El ameritado docente universitario, afirma: “Aunque entre los grupos del Valle de Anáhuac y los de Yucatán hay diferencias muy marcadas, es posible también encontrar puntos de similitud: su arquitectura piramidal; el carácter ideográfico de la escritura de ambos, a pesar de que la interpretación de las inscripciones es especulativa o imaginativa, rayando en el subjetivismo de quien hace la interpretación; la semejanza del Quetzalcóatl náhuatl y el Kukulkán maya, entre otros elementos de coincidencia”. Así, pueden quedar establecidos en relación a las culturas autóctonas, algunos hechos fundamentales: 1.- Los caracteres somáticos de nuestros aborígenes: braquicefalia, ojos pequeños almendroides, pelo lacio y otras semejanzas de tipo psicológico, corresponden a un parentesco cercano a los grupos del oriente asiático; 2.- Por lo menos los grupos de Anáhuac mantenían la tradición de su origen migratorio común desde el norte y se refuerza la hipótesis de su paso por el Estrecho de Behring de los naturales de América, sin descartar la posibilidad de expediciones marítimas naturales o en naufragio 3.- Los sacrificios humanos, los retrasos científicos y técnicos en comparación de sus contemporáneos europeos y otros lugares, señalados a las civilizaciones precortesianas, de ninguna manera son indicativas de tal o cual inferioridad racial, ni menos aun de minoridad cultural; lo único que demuestran es la falta de un desarrollo histórico contingente y desinterés por las técnicas; 4.- En modo alguno los pueblos precortesianos en México, llegaron a formar nada superior, desde el punto de vista político, a simples alianzas ofensivas o defensivas, de tal manera que solo en sentido figurado puede hablarse de un supuesto imperio azteca.
Por lo que se refiere a la otra raíz étnica de nuestra cultura, la española, hay que hacer notar su mestizaje racial afroeuropeo, porque según consideran sociólogos y antropólogos, ahí está la clave de la ausencia de prejuicios raciales en México, pues mal habían de tenerlos aquellos conquistadores descendientes de celtas, iberos, vascos, fenicios, cartagineses, vándalos, alanos, suecos, visigodos, árabes y tantos otros grupos raciales. En relación a las características sobresalientes de nuestro mestizaje racial, señalaremos las más notables: A.- El rasgo más saliente de la psicología individual del mexicano, quizá sea su temperamento voluble, resultado probable de la mezcla del dinamismo español y del quietismo indígena, éste último de estilo oriental, que no cabe confundir con la mera abulia o la censurable pereza, pues su ocio es más bien una profunda introspección emotiva, mezclada con la contemplación absorta y semirreligiosa del mundo exterior, carácter que se expresa y simboliza en la llamada “gana” y en el “me importa madre”, en lo que el mexicano suele basar los motivos de tal o cual conducta y también los cambios de humor de uno a otro extremo.
B.- En la actitud del mexicano hacia la muerte se conjugan factores muy complejos tanto índole emocional, como filosófica; sobresale esa especie de familiaridad con la idea omnipresente de la muerte, con más rasgos aborígenes que hispanos, ese hasta bromear con las imágenes fúnebres que tiene mucho de rito pagano. (87118751000).
Hasta a la propia muerte le canta el mexicano: “Viene la muerte cantando por entre las magueyeras, ¿en qué quedamos, pelona, me llevas o no me llevas?” C.- La religiosidad es uno de los aspectos más logrados del mestizaje mexicano: Por una parte, las dos culturas que concurren a formarlo son concéntricas en alto grado. Tanto el español como el mexicano son entusiastas partidarios de la plasticidad de los símbolos y personajes que asume la Virgen María, y partidarios también de aunar lo profano con lo sagrado, lo que no libera al mexicano creyente del riesgo de no distinguir suficientemente entre la trascendencia divina de la iglesia católica y la simple superstición o la piadosa credulidad.
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