Quiero Palomitas
El proyecto de los estudios de Disney de realizar en “live-action” sus películas creadas en animación no ha salido del todo bien, hasta ahora.
Desde su creación, la película de Lilo y Stitch era una apuesta arriesgada. En el inicio del nuevo milenio, Disney siendo más global buscó realizar historias en donde se vieran reflejadas narraciones diferentes a la tradición de cuentos de hadas, alejándose de los escenarios tradicionales, para dar paso a producir personajes menos maniqueistas (bueno y malo) y abarcar más matices, en donde la línea que separa al villano del héroe es muy delgada.
Así en 2002, presenta una historia en las playas de Hawái, en donde un alienígena salvaje tratará de sobrevivir buscando dominar a todos los seres que se encuentra, mientras que una pequeña niña huérfana lo tomará como su mascota para transformarlo en su amigo y posteriormente en parte de su familia.
Con un éxito no tan grande como los títulos que ya había entregado Pixar a Disney y los convirtieron en la referencia de la tradición de la firma de Walt, la historia de Lili y Stitch fue bien recibida, en algunos casos poco entendida y posiblemente algo diferente a lo que se venía haciendo en la animación.

Pero eso no detuvo a que el estudio pudiera seguir haciendo de estos personajes, secuelas y hasta series animadas. Además de que la actitud de Stitch, que en un primer momento se tomó como fuera de lugar, ahora se veía con una mirada diferente, debido a que este comportamiento era más generalizado entre los niños y jóvenes.
Así fue creciendo la “legión” de fieles admiradores de esta historia y que por ello se pensaba que se debería regresar esta historia a la pantalla como una “live-action”, obvio con las dificultades que sería hacer más cercano a la realidad desde los alienígenas como ciertas escenas de acción.
Y esas niñas y niños que disfrutaron de esta historia crecieron y ahora algunos ya son papás y mamás, o sencillamente son adultos que aún mantienen en su interior a un niño que se ilusiona con la fantasía y las historias de amistad y amor.
La llegada de la nueva versión de Lilo y Stitch (Dean Fleischer-Camp, 2025), tuvo varios retrasos, pero siempre se pudo mantener a pesar de los diversos desastres que viene arrastrando la casa de Mickey Mouse. Por ello, varias personas no creían que esta pudiera llenar los zapatos de la original. Pero la sorpresa para varios espectadores es que la adaptación respeta lo que significa para miles la relación que se generó entre Lilo y Stitch, pero también a la tradición de la cultura de Hawái, que en la película de animación se toca solo como folclor y mero escenario, además que otro punto a favor es la representación que se hace de la familia.
Recordemos que uno de los elementos que no terminó por convencer a varios espectadores en la versión de 2002 es que, en un momento en donde urgía la unidad por lo que había pasado por el 11/9, esta historia hablaba directamente de la posibilidad de no solo que la familia estuviera “rota”, sino que hasta se desvaneciera.
Ahora, luego de la pandemia global, esta idea de una familia hecha con miembros que posiblemente no tengan vínculos sanguíneos o de otra índole, hace eco muy fuertemente, en especial entre los menores. La experiencia de familia que se maneja en Lilo y Stitch ya no es la diferencia, sino que es lo común en estos momentos.
Posiblemente, habrá personas que no les acaba de convencer, pero en gran medida Lilo y Stitch se está convirtiendo en una experiencia de catarsis que pocas películas ofrecen en particular al público infantil y juvenil.
El respeto del guión por la versión original y la buena dirección de actores, hacen que esta película esté rescatando al vapuleado Disney. Es una grata experiencia para la familia que ahora puede entender en carne viva lo que significa “ohana”.