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Recomendaciones fundamentales para la arquitectura del desierto

En la Comarca Lagunera, la arquitectura debe responder al clima extremo. Esta guía práctica aborda la gestión de luz y sombra mediante distintos recursos, el control térmico a través de los materiales y áreas verdes, así como estrategias de ventilación.

Imagen: Freepik

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JESÚS TOVAR

En la Comarca Lagunera —ese borde donde el desierto de Chihuahua encuentra a la ciudad— la arquitectura debe ofrecer una respuesta directa al clima extremo y al viento que moldea la vida cotidiana. La región ha sufrido durante años la presencia de una obra comercial que piensa en modas antes que en funcionalidad y sostenibilidad. Pero diseñar para el desierto es reconocer que el confort nace de decisiones inteligentes integradas desde el primer trazo de un proyecto arquitectónico. Esta guía brinda una serie de recomendaciones sobre cómo reconciliar nuestra manera de construir con el espíritu del territorio que habitamos.

LUZ Y SOMBRA

Controlar el asoleamiento es uno de los mayores retos al edificar en la Laguna. La orientación de las estructuras dicta la vida de los espacios: las fachadas este y oeste deben protegerse con rigor, pues reciben el impacto más agresivo del sol; en cambio, las ventanas dirigidas hacia el norte o el sureste permiten una iluminación más suave y controlada. 

El tamaño también importa: ventanales demasiado grandes producen sobrecalentamiento, mientras que aberturas pequeñas —y bien ubicadas— facilitan la regulación térmica sin sacrificar la claridad. Las ventanas ubicadas a una altura media servirán para generar vistas hacia el exterior que valgan la pena, y para evitar vistas desagradables lo mejor será colocarlas en lo alto, de modo que el cielo sea el protagonista.

Para matizar la luz y modular la sombra, los proyectos pueden apoyarse en elementos como postigos interiores, blackouts, cortinas gruesas y cancelería remetida, que reducen la exposición directa a los rayos solares. La luz cenital debe usarse con prudencia: los lucernarios pequeños iluminan sin calentar en exceso —además de generar ahorros en energía eléctrica—, pero los domos amplios suelen atrapar el calor de forma indeseada.

A todo ello se suman los aleros, toldos, arcadas y balcones —estos últimos con volados perimetrales—, que no sólo proyectan sombra alrededor del inmueble, sino que crean transiciones habitables entre interior y exterior. En el desierto, el manejo de la sombra no es un gesto meramente estético: es un acto de supervivencia arquitectónica.

MANEJO DE MATERIALES Y ÁREAS VERDES

El desierto exige materiales que dialoguen con la temperatura. Los colores claros en muros y cubiertas — blancos y arenas— son aliados fundamentales porque reflejan hasta el 90 por ciento del asoleamiento. Por su parte, la masa térmica elevada —de al menos 40 centímetros de espesor en muros, pisos y losas— ofrece una gran defensa: absorbe y libera el calor con lentitud, estabilizando la temperatura interior.  

Las ventanas amplias deben limitarse a la cara norte y sólo si la vista merece la pena.
Imagen: Unsplash/ Amel Majanovic
Las ventanas amplias deben limitarse a la cara norte y sólo si la vista merece la pena. Imagen: Unsplash/ Amel Majanovic

El uso excesivo de concreto en exteriores produce un efecto de isla de calor, por lo que debe evitarse cuando no sea estrictamente necesario. Por el contrario, materiales naturales, como el barro en los pisos, promueven una sensación térmica agradable. Por supuesto, no hay que olvidarse de usar aislantes adecuados en las losas.

La vegetación, cuando se emplea con conocimiento climático, es una herramienta poderosa. Los techos verdes o taludes de tierra en las losas añaden capas protectoras que reducen el calentamiento directo. Los árboles caducifolios permiten una regulación luminosa estacional cuando se colocan frente a algunas ventanas, y las masas verdes separadas de los muros perimetrales —al menos un metro de distancia— evitan la conductividad de calor o frío hacia los interiores. 

El agua es un recurso escaso en la región, pero la xerojardinería o jardines secos reducen su consumo. Además, los pavimentos permeables en el exterior, ya sean gravas, adoquines abiertos, tierra natural o rocas ayudan a la recarga de los mantos acuíferos. En las plantas altas o en espacios dentro del edificio, los espejos de agua o pequeñas fuentes introducen humedad al aire circundante y auxilian en la refrigeración. 

La arquitectura, cuando se piensa desde los materiales y el paisaje, se vuelve una extensión coherente de su entorno natural.

DISTRIBUCIÓN DE ESPACIOS

La organización de la planta arquitectónica es tan determinante como los materiales. Hay que favorecer el diseño de volúmenes de manera que conformen un edificio o vivienda compacta.

Las áreas íntimas —dormitorios o zonas de descanso— se benefician al ubicarse en sectores más frescos, incluso en niveles semienterrados, donde se maximiza el tiempo de confort térmico. Las áreas sociales, en cambio, pueden situarse en plantas altas, terrazas o azoteas para aprovechar los atardeceres y las noches templadas que regala la Comarca Lagunera. En ambientes laborales o de lectura, es recomendable que la luz natural entre por el lado izquierdo para favorecer la visibilidad. Las cocheras necesitan evitar el encierro total, pues las masas de aire atrapado acumulan calor.

La xerojardinería permite el mantenimiento de áreas verdes con un bajo consumo hídrico. 
Imagen: Unsplash/ Víctor Morales Cayuela
La xerojardinería permite el mantenimiento de áreas verdes con un bajo consumo hídrico. Imagen: Unsplash/ Víctor Morales Cayuela

En todos los casos, los espacios deben considerar alturas interiores generosas —entre 2.75 y 4 metros— que permitan que el aire caliente ascienda fuera del ámbito humano. La distribución espacial en el desierto no es arbitraria: es una coreografía entre actividades, temperaturas y horas del día.

VENTILACIÓN Y CALEFACCIÓN

En la Laguna, la ventilación natural es un recurso imprescindible. Permitir el flujo transversal de los vientos dominantes —y conducirlos mediante ventanas proyectables, celosías o dispositivos de escape en esquinas y coronas de muros— favorece una circulación continua del aire. Las dobles alturas intercaladas, además de enriquecer la espacialidad, ayudan a expulsar el calor acumulado.

Cuando se requieren sistemas mecánicos, su eficiencia depende del diseño previo. Los aparatos de aire lavado deben protegerse del sol para evitar pérdidas de rendimiento, y los ductos deben colocarse por debajo de las losas, en las zonas frescas designadas para el plafón. 

En cuanto a la calefacción pasiva, dispositivos tradicionales como glorias o cajas solares aprovechan el calor del día para templar los interiores durante la noche. Los pozos canadienses, cuando la configuración del terreno lo permite, son una solución contemporánea que reafirma la idea de que los cimientos mismos pueden colaborar con la climatización.

La meta es clara: que el confort térmico no dependa exclusivamente de aparatos externos, sino de una arquitectura que piensa primero y consume después. Habitar la Laguna implica más que adaptarse a un clima extremo: exige una sensibilidad profunda hacia la luz, el viento, los materiales y el paisaje que nos rodea. Los diseños para esta región deberían reconocer esta realidad y proponer espacios que dialoguen con su entorno en vez de oponérsele. Las recomendaciones expuestas en este texto no solo sirven para construir edificios más eficientes, sino para generar una cultura que honra su territorio y proyecta un futuro más sustentable para quienes lo habitan. Hagamos arquitectura del desierto realmente inteligente.

Los espejos de agua ayudan a humidificar el aire circundante. Imagen: Cortesía de Jesús Tovar
Los espejos de agua ayudan a humidificar el aire circundante. Imagen: Cortesía de Jesús Tovar

jatovarendon@yahoo.com

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