Somos mestizos
Estamos ya en esa época del año. Los días se hacen cada vez más cortos y las noches largas. El aire sopla frío, sobre todo por las noches. Los mexicanos nos preparamos para las fiestas de fin de año que consideramos tan nuestras, y que lo son porque representan a nuestra cultura, la cual se ha nutrido de dos raíces distintas.
A nuestros políticos actuales no les gusta aceptarlo. Quieren hacernos creer que los mexicanos descendemos solamente de los pueblos indígenas. El expresidente Andrés Manuel López Obrador exigió una disculpa a Felipe VI, rey de España, por la conquista del siglo XVI, hace medio milenio. Para ello envió “una carta al rey de España y otra al papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos… Hubo matanzas, imposiciones. La llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz”.
Es cierto, pero exigir una disculpa es un despropósito. Ni México ni España existían a principios del siglo XVI. México era un territorio con muchos pueblos y un grupo en particular, los mexicas, dominaban una parte importante del centro, con matanzas e imposiciones a los demás, esas mismas que le recriminan a la corona de una España que tampoco existía, ya que estaba dividida en varios reinos con sus propios gobernantes.
Tenochtitlan no fue derrotada nada más por un gru po de 500 españoles, sino por cientos de miles de guerreros indígenas de pueblos sojuzgados por los mexicas. Los tlaxcaltecas fueron el principal contingente militar en la derrota del imperio. No vemos ahora, sin embargo, al gobierno del actual estado de Tlaxcala exigir al de la Ciudad de México, o al federal, que tanto se identifica con Tenochtitlan, una disculpa por los abusos de los mexicas.
El mundo ha aprendido a cuestionar las violaciones a los derechos humanos, pero estas eran tan comunes en los mexicas como en los españoles del siglo XVI. Lo importante es que el arribo de los españoles dio origen a un nuevo pueblo, el mexicano, y a un país del que muchos nos enorgullecemos, aunque no nuestros políticos. No es sólo una nación indígena. Los estudios de ADN revelan que un 93 por ciento de la población mexicana es mestiza. Rechazar el mestizaje es negar nos a nosotros mismos, y es especialmente paradójico cuando lo hacen un político criollo de Tabasco y una ju día de la Ciudad de México.
Más que exigir disculpas a un jefe de Estado extranjero que no tuvo ninguna culpa en lo sucedido aquí en el siglo XVI, habría que recordar que quienes participaron en la conquista fueron castellanos y andaluces que se quedaron en México. Tendríamos que pedirnos perdón a nosotros mismos. Pero en lugar de caer en un juego perverso de disculpas, habría que celebrar ese mestizaje que nos ha hecho el pueblo que somos.
Los festejos de la Virgen de Guadalupe son eminentemente mestizos, ya que combinan elementos católicos e indígenas, como el culto a Coatlicue. Más tarde celebraremos las posadas, una fiesta popular católica que surgió en el período colonial. ¿Y qué podemos decir de la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesús? Es una fiesta católica.
Antes de ser presidenta, Claudia Sheinbaum se vistió en una ocasión con un vestido adornado por la Virgen de Guadalupe. Sabía que este era un símbolo que podía darle legitimidad en un país católico. Pero el catolicismo llegó de España. ¿Por qué tendría España que ofrecer disculpas por habernos dado esa parte esencial de nuestro ser?