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El Memorial de los sismos

ENRIQUE SADA SANDOVAL

Entre la untuosa retórica de los lugares comunes que suelen ser aprovechados para la demagogia al igual que cierta nostalgia por todo lo bueno y grande que alguna vez pudimos llegar a ser y que malogramos como nación, el mes de Septiembre suele venir a la mente de la mayoría de los mexicanos con una nota fúnebre dentro de una serie de contados triunfos rebasados por agravios históricos que se erigen de algún modo como una especie de memorial.

Por memorial en este caso nos referimos en sí a todo aquello que se recuerda como algo digno de celebrarse o también por todo lo que se conmemora: trátese de un acontecimiento, de un nombre, una persona o un grupo destacado de personas; ya sea a través de un discurso, la construcción en particular de una estructura física como lo es un monumento o también una ceremonia, homenaje o acto público.

Circunscrito entre todo lo anterior ya referido este 19 de Septiembre nos sorprendió la transmisión nacional de una alarma sistematizada para ser escuchada en todos los teléfonos móviles del país al igual que en todas partes-en mi caso me sorprendió entre las pendientes y los valles que cruzan los límites del norte de Zacatecas y el sur del Durango-no sin exaltación, pues se trataba de un simulacro de alarma de temblor que sonó a las 12:35 del mediodía, pese a que los simulacros suelen ser programados para que suenen a temprana hora o al menos antes de las 10 de la mañana.

Resultó inevitable no evocar dos de las grandes tragedias que han golpeado a nuestro país en los últimos 40 años más allá del lugar común que suelen ser las tragedias políticas, como lo han sido los sismos de 1985 y el del años 2017 en el que vimos desde las cámaras y las transmisiones en vivo como es que grandes construcciones tanto como enormes edificios departamentales y casas-habitación se vinieron abajo, cegando por completo las vidas y el patrimonio degeneraciones de ciudadanos en la capital del país.

En la primer hecatombre, por ejemplo, logramos recordar como es que una institución de salud pública tan emblemática como lo fuera en su momento el Hospital Juárez se vino abajo por completo, en tanto un edificio que incluso muchos cuestionaron al momento de su planeación y edificación como es el caso de la Torre Latinoamericana se haya logrado mantener en pie, a tal grado de consagrarse no solo como un monumento a la entrada del Centro Histórico sino también como un símbolo de resistencia.

En el primero de los casos es predecible la razón de su desmoronamiento tratándose de un edificio de interés público en el que la complacencia entre las constructoras que lo llevaron a cabo,a la sombra del poder, lo vieron como negocio al que había que sacarle la mayor tajada posible-cumpliendo o no con las normativas básicas tales como el uso de suelo-sin importar la calidad de los elementos constructivos; en tanto en el caso de la Torre Latinoamericana como producto de la iniciativa privada, obligada por ley al cumplimiento cabal de todas las normativas de seguridad y calidad, vemos como ha logrado imponerse desde su construcción por igual al paso del tiempo que a los terremotos de 1957, 1985 y al del 2017.

Como dato curioso trascendió en 1985, pese a la reticencia de la Secretaría de Gobernación, como los edificios construidos entre el Virreinato y el Porfiriato fueron los menos afectados (pese al discurso oficial que suele satanizar ambos periodos históricos).

Otra cosa que viene a la memoria es como en los dos últimos casos, ante el abandono de las autoridades, como la ciudadanía se impuso ciertamente-vimos a hombres y mujeres de otros Estados tomando autobuses para prestar su ayuda con picos, buscando salvar vidas atrapadas-pero también la solidaridad internacional, pues todos los países civilizados enviaron aviones de auxilio con camillas, lámparas, equipo de rescate, alimentos enlatados y agua para uso de los damnificados, los heridos y sus familiares...mientras la clase política se adueñaba de la ayuda para consumo propio o especulaba organizando fondos a nombre de las víctimas para lucrar económicamente con la tragedia.

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