Vergüenza y silencio: el impacto emocional de las enfermedades anorrectales
El cuerpo humano muchas veces padece incomodidades físicas que, por vergüenza o culpa, se mantienen ocultas. En el caso de las enfermedades anorrectales, como hemorroides, fisuras anales o incontinencia, este silencio puede tener consecuencias mucho más allá del dolor físico. Estudios científicos han documentado que quienes padecen estas condiciones no solo sufren molestias, sino también un profundo impacto emocional que con frecuencia agrava el problema.
Casos
El estudio “Depresión en pacientes con fístulas anorrectales y fisuras anales”, publicado en el portal científico ResearchGate examinó a pacientes con fisura anal o fístula anorrectal y encontró que, dentro de los cinco años posteriores al diagnóstico, entre el 12 y 13 por ciento de esas personas desarrollaron depresión, frente al 9,10 por ciento en grupos sin esas afecciones.
Además del dolor físico, hay una carga psicológica clara: la vergüenza por hablar de síntomas considerados tabú, como el sangrado, las secreciones o la dificultad para controlar esfínteres, provoca que muchos retrasen la atención médica. Cuanto más tiempo se prolonga el problema, mayor es el riesgo de que la calidad de vida se deteriore, se afecte la autoestima y aparezcan sentimientos de inutilidad o aislamiento social.

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Especialista ahonda en cómo suelen ser las personas con este trastorno y cómo convivir con ellasOtro estudio, titulado “Sexualidad, calidad de vida, ansiedad, depresión e ira en pacientes con fisura anal”, demostró que, comparados con controles sanos, los afectados tenían niveles significativamente más altos de ansiedad, depresión y también ira, junto con una peor percepción de su salud general, vitalidad y funcionamiento sexual.
En algunos casos, la incontinencia o el dolor asociado obligan a evitar eventos sociales, modificar rutinas de higiene, alimentación o trabajo, lo que incrementa el estrés emocional.
Retrasar la ayuda en estos casos no solo agrava lo físico, sino que prolonga el sufrimiento mental. Por ejemplo, en fisuras anales, quienes esperan demasiado para tratamiento tienden a tener síntomas más severos de depresión, menos adherencia a tratamientos y peor recuperación.

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Las enfermedades anorrectales no sólo provocan dolor físico, sino que impactan la salud mental de quienes las padecen: ansiedad, depresión, vergüenza, aislamiento social y deterioro en la calidad de vida.
Romper el silencio y acudir con especialistas que ofrezcan un abordaje integral puede marcar la diferencia en una buena calidad de vida. La coloproctóloga Gabriela González Hernández, quien atiende en el Hospital Ángeles, brinda diagnóstico y tratamiento de hemorroides, fisuras e incontinencia, con un enfoque que busca no sólo aliviar los síntomas físicos, sino también mejorar la calidad de vida emocional de los pacientes.