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ENTRENAMIENTO DE RESISTENCIA Y SANACIÓN EMOCIONAL

"Hace poco más de 20 años, el dolor emocional me enseñó que el movimiento físico también es una forma de sanar".

Cuando se habla de salud mental o de situaciones emocionales que rebasan la psique de una persona, lo primero en lo que se piensa (y lo más recomendable) es buscar la orientación de especialistas que puedan ayudar a encontrar una solución al conflicto interno.

Sin embargo, hay momentos en los que los recursos emocionales e intelectuales no son suficientes para afrontar una situación. A esto puede sumarse un cansancio emocional extremo o una resistencia intelectual, lo cual complica aún más la reflexión y la comprensión de lo vivido. El dolor puede ser tan intenso que no cabe en la consciencia, impidiendo el aprendizaje y retrasando la sanación.

Ante escenarios como este, la mente puede caer en un espiral de pensamientos rumiantes, repasando una y otra vez lo sucedido con la esperanza de encontrar respuestas lógicas que otorguen claridad, disminuyan la ansiedad y ayuden a integrar lo ocurrido. Sin embargo, no siempre se logra, y la persona queda atrapada en ese ciclo, lo que agota no solo a la mente, sino también al cuerpo, que eventualmente empieza a pedir descanso, incluso de las actividades más básicas.

Tras un periodo necesario de inactividad física -que idealmente no debe extenderse demasiado-, el cuerpo comienza a pedir movimiento, pero desde una intención distinta. Es aquí donde el entrenamiento de resistencia puede convertirse en una herramienta para el equilibrio emocional.

Este tipo de entrenamiento fortalece la capacidad del corazón y los pulmones, y se centra en mantener un esfuerzo físico (cuerpo) y psíquico (mente) el mayor tiempo posible. Actividades como natación, senderismo, ciclismo, atletismo, escalada o levantamiento de pesas, entre otras, forman parte de este enfoque.

A través de estas prácticas, el cuerpo se pone en marcha mientras se procesan emociones, pensamientos y experiencias dolorosas. Así, la persona redescubre su fuerza física y mental, supera retos personales y se reconecta con su potencial interior. El enojo, la angustia, la tristeza o la desesperación se transforman en una energía que impulsa a seguir adelante.

Dicho de otro modo, el cuerpo termina nadando, pedaleando, corriendo, escalando o cargando aquello que la mente no logra procesar. Y en ese recorrido, gracias al movimiento físico, también puede llegar la sanación emocional.

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